Monseñor Libardo Ramírez | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Julio de 2016

“Semilla de cristianos” (I)

SER “testigos de la fe”, con vida ejemplar o con derramamiento de la sangre por defensa de ella, es el significado de la palabra mártir”. Uno y otro testimonio, más directamente el segundo, fue lapidariamente señalado por el apologista del Siglo II, Tertuliano, como semilla de cristianos. En los primeros tres siglos de cristianismo, aceptar esta fe era aceptar señalamiento de ser martirizado por ella, como aconteció con millares de ellos, entre los cuales treinta Papas cuya sangre derramada por Cristo, fue, manifiestamente, semilla de tantos creyentes. El mismo apologista constató que, por esa fuerza espiritual y asistencia de lo Alto: “somos de ayer y hemos llenado todo nuestro mundo”.

 

Avanzó de lleno el crecimiento de la fe cristiana una vez que el Emperador Constantino, estimulado por su madre Sta. Helena, agradecido por su triunfo bélico logrado en el Puente Milvio, en Roma, bajo el signo visible de la Cruz de Cristo. De allí que, por el Decreto de Milán (313), ordenó el cese de persecuciones y concedió favores reconoció derechos a los profesos de ella. Desde allí en el continente europeo, el más fluyente de la época, con la ciudad de Roma a la cabeza, fue abriendo acogida al mensaje y seguidores del Crucificado.

Llegada esa semilla de la fe a nuestro Continente Americano (12-10-1492), abonada con la sangre de los mártires de siglos anteriores, echa raíces en él en forma sorprendente, cultivada por gran número de pastores y fieles discípulos de Jesús y devotos de su Madre Santísima. Extraordinarios testimonios hemos tenido con su vida, apostolado y predicación, destacándose S. Pedro Claver, S. Luis Beltrán y de S. Ezequiel Moreno. En pos de ellos han surgido millares de creyentes ejemplares en distintas vocaciones, como Santa Laura Montoya, apóstol de los indígenas y el Beato Mariano Eusse, ejemplar Párroco. No han faltado entre los nuestros  mártires de la fe como los sacrificados en la cruel persecución comunista en España (1930-1936), entre ellos el Hermano Gaspar Páez, huilense, otros seis Religiosos hospitalarios, y el seminarista claretiano Jesús Aníbal Gómez, oriundo de Antioquia.

 

Hemos tenido, otros Sacerdotes y Obispos que han sido asesinados por manifiesto odio a la fe cristiana católica, entre los cuales el Sacerdote huilense Pedro María Ramírez Ramos, asesinado vilmente por turbas envenenadas contra todo lo religioso el 10 de abril de 1948, a raíz del asesinato, la víspera, del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, crimen propiciado por el comunismo con el que buscaba despertar odio popular contra el gobierno y la iglesia, e incrementar el avance de esa ideología. Su causa de beatificación fue iniciada en la Diócesis de Garzón por Decreto de 03 de junio de 1993, con nombramiento de Tribunal especial para adelantar el proceso en el que se pusiera de manifiesto su martirio. La documentación, recogida, fue llevada a la Congregación de los Santos en 1998, en donde se han adelantado los exigentes pasos que señala la Iglesia para estos procesos, con gran diligencia del  experto Sacerdote Antonio Sainz, pendiente de todo su avance. Se han aportado a la Congregación suficientes pruebas, que llevaron a la aceptación de proclamar Beato al inmolado Sacerdote.

 

Nos duele la maldad y sevicia de los perseguidores, por cuya conversión oramos para que obtengan la misericordia divina, pero nos alegra el triunfo de este mártir de la fe, Pbro. Pedro María Ramírez Ramos, cuya glorificación en los altares celebraremos gozosos. Que su testimonio de vida, y ofrenda por su pueblo, sea ejemplo de bondad y de entrega  al ideal cristiano y sacerdotal para las presentes y futuras generaciones.  Con jubilo hemos recibido la noticia de haber sido aprobada su exaltación a Beato”, grandiosa ceremonia  que se realizará, en próximos meses, posiblemente en nuestro suelo colombiano (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com