Laicado católico vivo y operante (I)
¡Qué bien comenzar el ambiente pascual con esta noticia sobre el laicado católico! Pero conviene precisar conceptos. Con muy diverso acento se pronuncia la palabra “laico”. La raíz de ella viene del griego “laos”, que significa “pueblo”, y se contrapone a jerarquía” que está compuesta por los llamados a poner “orden” en el pueblo. Siempre ha habido en los conglomerados humanos tendencias a dar prevalencia a la voz del pueblo mismo, o a darle más fuerza a sus directivas. “Laicizar” se ha tomado bajo el sentido de independizar de la voz de los jerarcas, opuesto a “clericalizar”, o dar más fuerza a la voz del “Clérigo”.
Es importante tener en cuenta los sentidos de aquellas palabras, muy especialmente dentro de la interpretación que se tiene en la Iglesia Católica del Concilio Vaticano II. En la “Constitución sobre la Iglesia” se dedica un capítulo específico a los laicos, y, también, hay un documento entero sobre ellos que señala la inmensa importancia que tienen al integrar en “Pueblo de Dios”. Habla que tienen participación de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, con funciones propias bajo la guía de la jerarquía. Se destaca en el primer documento la misión de los jerarcas, que son “de institución divina” (L.G 28), llamados a “apacentar al Pueblo de Dios y dirigirlo sabiamente” (L.G. 45), Al tiempo se pide gran cuidado para que no se marque distanciamiento entre laicado y jerarquía, y preceptúa que “no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que forman una sola realidad” (L. G 8).
Con los anteriores presupuestos se entiende cómo otros documentos inspirados en lo enseñado por el Vaticano II traigan capítulos enteros dedicados al tema de los laicos en la Iglesia. En esa preciosa Exhortación del Papa Paulo VI “La Evangelización del Mundo Contemporáneo” (8-12-75), coloca a los laicos como agentes de Evangelización en una Iglesia entera empeñada en ella (n 59). El Código de Derecho Canónico, desde la misma noción de quién es “persona” en la Iglesia, señala que lo es al “bautizado” (Canon 96), quien sin tener cargo directivo en ella es, desde ese momento inicial, como laico, parte viva de ella; se señalan sus derechos y deberes (Cánones 224 a 231) y se dan muchas disposiciones para precisar su gran misión en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica (11-10-92), en distintos numerales, resalta, también, la realidad y la misión de los laicos, en el Cuerpo Místico de Cristo (nn- 781…897…).
Hubo todo un Sínodo de Obispos que fue dedicado al tema de la “vocación y misión de los laicos” (1987). Las reflexiones de ese Sínodo fueron rubricadas por el Papa Juan Pablo II en su admirable Exhortación “Los Fieles Cristianos Laicos” (30-12-88), también, a escala continental, pero con proyección universal, hemos tenido documentos del Episcopado Latinoamericano como el de Medellín (1968), el de Puebla (1979), el de Santo Domingo (1992) y el de Aparecida (2007), en donde se ha destacado la fundamental misión de los laicos en la Iglesia, “sujetos y dinamizadores de la “Nueva Evangelización” (Aparecida n. 99). Hay afortunada expresión en documento de Puebla al señalar la identidad del laico como “hombre de Iglesia en el corazón del mundo, y hombre del mundo en el corazón de la Iglesia” (n. 786).
Es importante, además, destacar cuanto se enseña sobre el laicado de la Iglesia, sin acentuar conceptos de independencia sino de honrosa inmersión en ella, y conforta constatar que existen en tantas regiones del mundo, aún en ésta época de tanto secularismo, centenares de personas, muchas de ellas jóvenes, hombres y mujeres, que vibran al sentir su compromiso laical en una Iglesia siempre antigua y siempre nueva, con un calado doctrinal que entusiasma. (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.
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