MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Marzo de 2013

Honor y compromiso

 

Tener un Papa de nuestro continente Latinoamericano es un grande honor y grande compromiso. Después de quinientos años de haber llegado a nuestras tierras la semilla de la fe cristiana, el mayor beneficio que nos trajo el abrazo de los Continentes, que uno de los nuestros llegue al cargo de mayor responsabilidad en el mundo,  ser Vicario universal de Jesucristo, es algo que nos enaltece, a la vez que trae retos de grandes magnitud.

Que 115 cardenales de un cónclave, con mayoría de europeos y de otros continentes hayan escogido uno de los nuestros es signo de reconocimiento a la solidez y vitalidad de la fe en nuestra tierra latinoamericana. Esa significación tomó fuerza desde el Concilio de América Latina, convocado por León XIII (1899), y, luego, con creación del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), al que dio  existencia el gran Pío XII con su Carta Apostólica “Ecclesiam Chresti” (29-06-85), con reunión de Conferencias continentales de Obispos, siendo la primera en Río de Janeiro. (25-07- al 04-08 del 55).

Después de una serie de Papas tan providenciales que hemos tenido se llegó a culminación con Juan Pablo II y Benedicto XVI,  con servicios y testimonios invaluables al mundo y a la Iglesia, surge, ahora, de un país “lejanísimo” de Roma, el nuevo conductor de la Iglesia, fruto de este “Continente de la Esperanza”.  Pero bien ha recordado el nuevo Papa que la propia cabeza de esta Iglesia es Jesucristo, y que es su propósito imitar al “dulce y humilde Francisco de Asís”, el Santo que más se ha asemejado a Jesús. Quiere así, el este Pontífice, hacer presente  al Redentor, “manso y humilde”, en medio de un mundo que pone su confianza en el poder, en las riquezas, en independencia de todo mensaje religioso.

No presenta el Papa Francisco una Iglesia que quiera imponer su pensamiento, sino  ser la “gran servidora de la humanidad”, puesta al servicio de la caridad pero con firme defensa de la verdad y de aspectos que incomodan a muchos, pero que son salvaguardia de los humanos. Seguirá, por ello, en defensa de la vida, de la familia, y con acciones eficientes a favor de los más pobres. Con ese espíritu, sin posturas estudiadas, sino siendo un fiel imitador de Jesús de Nazareth, cree el Santo Padre que se obrará acercamiento a un mundo como el de hoy que necesita más y más testigos de la fe cristiana, que digan no al facilismo pragmático que quiere imperar en todos los ambientes.

Ha recordado el Papa que no es con poderío terreno sino con la fuerza que da la vivencia sincera y valiente de la fe como se ha de salvar a la humanidad no sólo en peligro por  abusos contra la ecología, sino contra las sólidas normas que defienden su propia conservación. No es con concesiones a favor de matar indefensas y débiles creaturas en el vientre materno, no es dejando desquiciar realidades tan benéficas como la familia y del matrimonio que ha de ser entre hombre y mujer, como se va a prestar un servicio a la comunidad humana. Hay qué purificar las muchas infidelidades a Dios de laicos y de clérigos en la Iglesia, pero no es por línea  de concesión al crimen o con la cobardía de no mantener en alto principios y costumbres, como se arreglan las cosas.

Todo lo anterior lo sabe muy bien el Papa Francisco  y nos llevará a una Iglesia renovada como lo emprendió el de Asís, en la verdad, en la sinceridad, en el desprendimiento, en la humildad pero con firmeza de principios,  con caridad pero nunca en flojedad de costumbres o claudicación en doctrina. Todo lo anterior hemos de tener presente los hijos de este Continente nuestro que hemos de acompañar al Papa Francisco en sus claros propósitos, sabiendo compartir con él “honor y compromiso” que conlleva haber llegado a la dirección de la Iglesia, siempre “gran servidora de la humanidad”.

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional

E-mail: monlibardoramirez@hotmail.com