A propósito de la Carta del 91 (XXIX)
Continuando con las trascendentales incidencias del avance del reconocimiento como Repúblicas independientes de los pueblos que fueron colonias de España, se aprecia cómo consistente y perseverante fue la acción diplomática de la Nueva Granada ante el Papa, con distintas misiones como la cumplida por Ignacio Sánchez Tejada, reforzada por gestiones, como la realizada por los hermanos Joaquín y Tomás Cipriano de Mosquera (1831). Sufrida, tenaz, ágil y certera fue la labor de Sánchez hasta obtener el 26 de noviembre de 1835, de parte del Papa Gregorio XVI, el reconocimiento oficial de la Nueva Granada como República independiente, y el 14 de diciembre ser acogido él mismo como Embajador. El 16 de mayo de 1836 era nombrado por el Papa Mons. Cayetano Baluffi, como su primer representante en este país con el título de Internuncio.
La misión de Mons. Baluffi fue accidentada e históricamente discutida con serias críticas por sus exigencias al gobierno de dotación confortable para su sede diplomática y por sus apreciaciones de la situación del país y juicios parcializados sobre sus dirigentes: acomodar los derechos de la Iglesia y los del Gobierno, definir las facultades que debía tener o no el Internuncio, fueron motivo de grandes discrepancias ante el Congreso, y estaba de subfondo la aceptación o no de Roma de que el gobierno heredara el privilegio del Patronato, algo que desde el ambiente nacional se reclamaba y en lo cual la Santa Sede no cedió. Ballufi logró aprecio de Roma y fue delegado para atender relaciones diplomáticas de la Santa Sede con otras Repúblicas del continente (1837), pero se concluyó su misión en septiembre de 1841 cuando fue sustituido como Internuncio por Mons. Nicolás Savo, y pasó a Italia a altos cargos y en 1846 fue nombrado Cardenal.
Dos hechos de resaltar de aquella época fue el intento de Concordato que no prosperó y la singular “guerra religiosa”de 1840 bajo el gobierno de Márquez, originada por querer quitarle a algunos conventos su autonomía frente a los obispos. Rebelión que paradójicamente encabezó el general José María Obando y que fue superada por el Gobierno central.
Los acontecimientos de la vida nacional del país bajo sus distintas Constituciones, y actitudes de los gobernantes frente a la Iglesia, repercutieron en las relaciones entre las dos autoridades y la misión de los representantes del Papa en Colombia. Graves enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado colombiano se dieron bajo gobiernos como el del general José Hilario López, quien propició sentencia del Senado (14-05-1852) de destierro del arzobispo Manuel José Mosquera, y la declaración del Congreso (15-06-1853) por medio de la cual no se admitía en el país ningún representante pontificio con misión distinta a asuntos meramente diplomáticos. El Internuncio Mons. Lorenzo Basili quien había asumido esa misión (27-01-1852), quedó así totalmente limitado en sus atribuciones.
Con la Constitución de Rionegro (1863) se acentuaron más las determinaciones en contra de la misión de la Iglesia, situación que sólo vino a mitigar en 1878 bajo el gobierno del general Julián Trujillo, y, finalmente, bajo la Constitución de 1886 y con la firma del Concordato en diciembre de 1887. En este “Tratado Público Internacional” se definieron, con grande respeto de las partes contratantes, los derechos que se daban a la religión de la gran mayoría del pueblo colombiano, reconocida por la Constitución, y se acordaba mutuo concurso para el progreso nacional. Ya con este antecedente se seguirán fortificando los nexos entre Colombia y el Vaticano y se daría pie para intento de refirma (1943), hasta firmar uno nuevo en 1973. (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional