En intrincadas circunstancias
Di recientemente una voz de superación hacia esta Patria nuestra, animado en la fe, diciendo: “Colombia Levántate” (El Nuevo Siglo 15-07-12). Era reacción ante la desconcertante situación creada por los malabares de la política (Gobierno, Cortes y Congreso), que pretendían dar tremendos zarpazos con ocasión de una hasta urgente Reforma Judicial, que de esa forma inficionaron. Ahora hemos pasado a otro problema de especial magnitud como el creado ante reclamos de nuestros indígenas, cuya solución pide serenidad, prudencia y optimismo, con igual confianza en Dios.
Mal aconsejados y soliviantados por voces ciertamente apátridas, nuestros indígenas han optado, en busca de soluciones en el fondo justas, por actitudes violentas y posiciones intransigentes no legales, que han puesto en tensión a la Nación. En ella, después de 520 años de historia, tenemos qué vivir en gran entendimiento ellos y las demás razas, bajo una Constitución que nos hemos dado con amplia representación nacional. Hemos de convivir sin distingos, sin republicas independientes, “invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación” (Preámbulo). Hemos decidido estar en “un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria”. (Art. 1 Constitución 91).
Es fundamental, y reclama el respeto de todos los habitantes de Colombia, ubicarnos en esa situación en “Republica unitaria” que ha de ser “democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana, en la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del bien general” (Art. 1). Completa lo anterior cuando se proclama:”Todas las personas nacen libres e iguales ante la Ley”, y preceptúa que “recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos libertades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica (Art. 13).
En Colombia existen grupos inmensamente mayoritarios como los que profesan la Religión Católica y otras confesiones religiosas, que merecen, naturalmente, todo respeto, y reconocimiento del Estado a sus legislaciones internas, que se tendrán en cuenta en cuanto no vayan contra el orden general. Pero, para todo ese inmenso número de creyentes sólo se tiene el Artículo 19 de la Constitución: que proclama la “libertad religiosa y con igualdad ante la ley”, cimentado en la “libertad de conciencia”, que exige “no sea molestado nadie por sus convicciones o creencias, ni impedido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. (Art. 18). Sin embargo, con una amplísima comprensión hacia los indígenas, que tienen sus organizaciones y que son minoría en la Nación, está, por excepción, el extenso Artículo 329 en el que se incluye sus “entidades territoriales con sujeción a la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial”.
Hay que aceptar que ha habido notable descuido en Colombia en cuanto a los indígenas, hay que ofrecerles mucha atención y cumplimiento de cuanto se les ofrezca, pero hay que pedirles a ellos razonables procederes y castigar sus desmanes contra las leyes del país. Que entiendan que la autoridad nacional no los puede ubicar en sectores independientes, que aún en los“lugares sagrados” de ellos, y de los demás, necesitamos la protección del Estado, y que no se refugien en ellos actores de crímenes y violencia.
Ante esta situación debemos decir también confiados: “Colombia levántate”. Para lo cual, sin distinción de razas, con gran convicción, vivamos en un pueblo que muestre en su armonía, justicia, y hermandad que “comprende las palabras del que murió en la Cruz”.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.