Como excelente noticia debemos recibir los colombianos la información registrada en los medios de comunicación, que da cuenta de la gran preocupación del Dr. Wilson Ruiz Orejuela, actual Ministro de Justicia y del Derecho, por la situación carcelaria que vive el país, plasmada en visitas que ha hecho a las diferentes regiones, con el fin de conocer de primera mano el estado actual y la problemática penitenciaria.
Atractiva la posición del señor ministro porque demuestra interés hacia un tema bastante controvertido y preocupante para el país, pues es de público conocimiento el lamentable estado en que se encuentran nuestros centros carcelarios y la población de reclusos, que ha venido creciendo con el paso de los días, sin que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) pueda contar con la capacidad necesaria para atender la desbordada demanda de cupos en los mencionados establecimientos. Hemos logrado percibir que la intención del ministro es lograr un acuerdo de voluntades y aporte de recursos venidos de diferentes sectores, para hacer frente a tamaña problemática, que viene creciendo paulatinamente y amenaza con llegar a extremos inmanejables.
Ojalá el Sr. Ministro sea escuchado porque desde su cartera solo, sin respaldo, sin equipo y recursos, será imposible solucionar esta crisis y tratar de sacar adelante un verdadero proyecto que corrija el rumbo de instituto penitenciario. Es conveniente hacer entender al Gobierno en general, que el asunto es de cubrimiento transversal, pues de una u otra forma toca todo el andamiaje administrativo del Ejecutivo, por ser un tema de salud, bienestar, resocialización, seguridad nacional, educación, economía, medio ambiente, cultura…En fin, nos haríamos interminables cubriendo todas las áreas que tocan con la población de reclusos en Colombia y que demanda una pronta y eficiente reforma desde diferentes puntos de vista, donde sobresalen la administración y la operación del sistema, llamado a colapsar por esa serie de falencia y vicios enquistados en los esquemas, su doctrina y filosofía.
Es tan grave la realidad que Estaciones de Policía y Unidades de Reacción Inmediata (URI), componentes de las instituciones comprometidas en la lucha contra la delincuencia, sin ser lugares concebidos para reclusión se han convertidos en albergues que adolecen de infraestructura sanitaria, y espacios adecuados para soportar una demanda desmedida y permanente, lo que juega encontrar de las administraciones encargadas de su operación.
La única salida sensata y aterrizada es la construcción de nuevas cárceles, dotadas de tecnología y orientadas a estándares internacionales, con propuestas audaces rompiendo los esquemas de las grandes reclusiones que se vuelven peligrosas e inmanejables. Hablamos de construcciones más reducidas, operables, bien ubicadas, donde la resocialización sea posible y el control humanizado pero exigente. Cárceles que se puedan certificar por idóneas. Es decir lograr que la justicia cumpla su objetivo.