De los desfalcos
“El de Reficar fue por incapacidad gerencial”
EL mayor desfalco de la historia colombiana se produjo durante el actual gobierno Santos en Reficar, así como el crimen mayor de la historia institucional fue el eufemismo de los “falsos positivos” en el segundo gobierno de Álvaro Uribe. Y las consecuencias de ambos siguen gravitando, y no pasan ni dejan de pasar.
El desfalco de Reficar no parece haber sido causado por mala fe o dolo, sino simple y llanamente por incapacidad gerencial. Vale decir que la elite creía haber entregado a las cabezas más preclaras de la gestión pública ese patrimonio de Ecopetrol y éstos, sin la menor interventoría ni proyección, terminaron pagando un sobrecosto superior al precio del ensanchamiento del Canal de Panamá. Es inexplicable que un gerente como Gutiérrez hubiera dejado ocurrir semejante chasco continuado, sin emitir ningún sonido. Y que un personaje tan avezado como don Fabio Echeverry no haya dicho ni mu, y aseveré, orondo, que él no tenía ni idea de lo que ocurría en la junta directiva de la que hizo parte durante años. Y, finalmente, que el entonces Ministro de Hacienda se limitara a elevar la voz en una ocasión al conocer del sobrecosto, cosa que la prensa destacó. Pero omitiera una acción eficaz desde su influyente posición, omisión que la prensa no destaca. Si hubiese sido un desfalco doloso más, al menos quedaría el consuelo del proceso penal, pero si se trata de incapacidad administrativa el asunto es tanto más grave como desconsolador. Por cuanto la mala fe del peculoso a veces descansa y a veces toma vacaciones, pero en cambio la tontería, no.
Aun si el contrato con Reficar viene desde el gobierno Uribe, el desangre continuado ocurrió durante la actual administración. Y se mantuvo sin interventoría seria, en el último lustro. Lo curioso es que los protagonistas, con donosura, se felicitan entre sí ante los medios públicos, como si fuese un concurso de elogios mutuos. Es decir, ellos se creen buenos administradores, y opinan que sus pares también lo son. En suma no dan explicaciones comprensivas de la enormidad de lo ocurrido. Ante los tres mil cadáveres de inocentes asesinados, Uribe obvió el asunto acusándolos… dijo que de seguro esos muchachos “no estarían cogiendo café”. Añadía así el insulto al asesinato. Y en este caso, aunque menos criminal, el presidente Santos no puede pasar de agache ante el descache billonario endosándoselo todo al anterior gobierno, por no ser esa una actitud seria ni demasiado creible.