Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Febrero de 2016
Donald Trump y el Papa
 
Se posiciona el eventual ganador de la contienda del partido Republicano para la presidencia de Estados Unidos,  verdadero quiebre del sueño de una nación acogedora de los emigrantes bajo la bandera de la libertad.
 
Al inicio algunos lo vieron como un payaso bullicioso animador de realities que atraen a una masa de preferencia white y no hispánico o negro, protestante y no atrasado católico en esa tabla discriminatoria, que mora en el alma promedio entre los descastados de estirpe anglosajona. Su ex contrincante Jed Bush representa otro síntoma de una dinastía en el control de un Estado sumiso a los intereses petroleros. Y ambos ven al enemigo como algo externo, lo cual evita el molesto escrúpulo autocrítico del país que consume la mitad de las drogas ilícitas del planeta. Tendencia que crece con la concentración de la riqueza en una sociedad en donde cada vez más lo material, el tener, da el distintivo  de identidad y valor personal. Y en donde cada vez menos cuentan valores como el hacer o el ser más. Así la política imperial culpa a la droga extranjera y en consecuencia manda a fumigar selvas bien lejanas, sin detenerse a escrutar su ansioso deseo de consumirla. Con esa comodidad han hecho de México, cuyo territorio invadieron en el siglo XIX, un infierno en el XX y en el XXI. Como lo hacen con Colombia o con cualquier otro país en donde cultivan con su ayuda las drogas que añoran y necesitan para realizar el sucedáneo de su “american dream”. 
 
Ahora, justo desde México, el Papa Francisco  señala esa doble moral.  Él, representa una iglesia que asume la miseria y la gloria humana de dos mil años de historia. Mientras el protestantismo pretende negar su responsabilidad de ese pasado común, como si hubiera surgido de la nada en el siglo XVI…  Contrasta también ese coraje autocrítico con el silencio cómplice de una ilustración científica, en la que tres cuartas partes de sus miembros viven de subsidios militares cuando ya tiene la capacidad necesaria para destruir setenta veces el planeta pero, visionarios, nos alarman con los errores de la Inquisición… 
 
Trump ha respondido que nadie puede negar su fe protestante. El Papa sostiene que no es cristiano hacer paredes en donde podrían hacerse puentes. Y el sino norteamericano, afín a los realities, sigue siendo la capacidad de forjar tragedias que luego atribuye a terceros, y su incapacidad literaria de escribir o percibir el género trágico.