Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Febrero de 2016

PREOCUPACIONES

La nave del mundo

“Sobrepoblada, contaminada, y dividida vaga a una meta incierta” 

Estamos  montados en una nave azul que flota enrumbada a la Constelación de Orión. No la dirige un capitán sino doscientos que presiden cada nación autónoma y está contaminada por la  forma en que optamos por sobrevivir. Opción a la cual se llegó tras guerras mundiales, revoluciones y experimentos. La opción ganadora fue el capitalismo con seguro social.

Ganó por la inoperancia de su alternativa el socialismo impuesto desde el Estado totalitario. Si bien es necesario reconocer que esa tesis quería superar la injusta  concentración de la riqueza, pero los pueblos prefirieron la libertad a la prometida igualdad que esos intentos no concretaron, antes bien generaron pérdida de libertad de contera.

Ahora los 200 tripulantes presidentes son manejados por la opción triunfante cuya victoria no admite ninguna replica eficaz, pero tampoco produce ninguna convicción.

Esa nave va con un mando peligrosamente dividido, con una superpoblación exponencial a bordo en la que hay ya casi tres nacimientos por cada defunción. Y cuenta con más de siete mil millones de personas. De estas, 62 personas naturales del ápice de la economía mundial poseen más que la mitad del resto del mundo más pobre. De modo que la tesis descartada acertó en el diagnostico pero erró en la solución.

Resulta natural que esos 62 dueños de media nave sean algo paranoicos. Su temor es justo.  A ojos vista no podrá perdurar esa forma de apropiación: por la desesperación acumulada en la base, por la creciente contaminación que la nave azul ya no tolera.  

Hoy la nave está recalentada y se sabe que tras ese recalentamiento generara como el escalofrío de la fiebre en un paciente, una edad de hielo. Y que lo que separa lo uno de lo otro son unos pocos grados más de temperatura.

Algunos de los más beneficiados paranoicos niegan esa evidencia que la nave sufre. Hay en suma una escisión entre lo que los vivientes animales, vegetales y tripulantes advierten temerosos y lo que el engranaje triunfante, privilegia. Pero no se sabe cómo concertar el mando dividido entre los doscientos para enfrentar  la codicia sin freno que propicia el engranaje. Ni desacelerar la reproducción, derecho esencial de los siete mil millones, ni se sabe cómo reparar la avanzada destrucción de la nave azul. La Organización de Naciones Unidas trató de ser una respuesta, pero notoriamente falló. Y sus doscientos titulares no le ceden le preeminencia, su soberana autonomía, para gobernar una nave que vaga sobrepoblada, contaminada, y dividida hacia una meta incierta.