Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Octubre de 2014

Panamá

Es un país creado por Wall Street. Usado desde entonces por evasores de impuestos de los cinco continentes, y de arrendatario de bandera para sus barcos. Más de media docena de Estados de este continente lo han calificado, en un momento u otro, como paraíso fiscal. Amén de Europa. Su separación de Colombia no les produjo héroes ni mártires, sino millonarios. Esto no es un señalamiento sino una constatación. Son nuestra más inmediata semejanza. Su independencia fue un oxímoron sujeto a los designios gestados entre los financieros para facilitar la expansión del comercio norteño en toda América. Convirtiéndose en su arteria vital, al punto que la isla de Puerto Rico sirve aún a Washington como guardiana del canal interoceánico. Canal a cuya construcción el Senado colombiano se opuso contra el parecer del inepto pero perspicaz presidente Marroquín, que sabía del maldito jabalí que le venía pierna arriba. Su contendor, Teodoro Roosevelt, no se limitaba a pescar gerundios y como en nuestro parlamento se hacían eruditas argumentaciones legales, él dijo que mientras eso se aclaraba, “I took Panama”. Frase que mucho después dio nombre a una obra de teatro de gran éxito durante el gobierno de López Michelsen. Me topé en esa inauguración con  el  comandante Torrijos que evidentemente quería pasar inadvertido, vestía de civil y caminaba sin temores  por la Avenida Jiménez. Cuando le di mis respetos, dijo con disimulo y desenfado “chico tuve que venir a verla porque en Panamá la  prohibí”. No sé si le habrá gustado pero la presentación fue estupenda.

En cualquier caso la estrecha relación López-Torrijos allanó el camino para que Washington devolviera el canal. Tanto allá como acá existían fuerzas oscuras que alegaban la supuesta incapacidad panameña para administrarlo.  El predicador Jimmy Carter fue más honesto que el boxeador Teddy, y entendió que ya el palo no estaba para cosechar maní. Colombia preservó sus derechos de uso del canal incluso en caso de guerra con terceros, lo que antes nos estaba vedado y es justo, en ese momento, cuando más se necesita como lo hizo notar López. Momentáneamente las relaciones se han enfriado por cuanto el gobierno Santos debe acogerse a severas normas internacionales en el manejo financiero y de impuestos. Lo cual por supuesto es un exabrupto para los opíparos evasores criollos, pero constituye requisito indispensable si queremos entrar al exclusivo club de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Panamá nos amenaza con una ley de “retorsión”, acción del verbo retorcer, y que demuestra el ancestro marroquinesco y de pura cepa santafereña de su tradición legal. Pero en suma ya entendieron el mensaje. Cuando los intereses de ambos países están tan interligados, toda discusión se zanja fácil o de lo contrario se entra al juego del pierde-pierde. En todo caso la obra de teatro basada en la amena investigación de Eduardo Lemaitre se vendió integra y vi a un diplomático panameño ordenar que le empacaran cinco libros. ¿Cinco? Preguntó asombrada la cajera. Metí la cucharada diciendo que de seguro le gustaba leer varias veces la misma obra… Nos despedimos riendo amistosamente.