MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Agosto de 2014

Gaza y George Orwell

 

El  holocausto contra el pueblo judío cometido por los nazis a mediados del siglo XX no puede convertirse hoy en coartada para que Israel masacre al pueblo palestino. El mandamiento judeo-cristiano No matar es categórico y no acomodaticio. Para ese Decálogo la vida humana es sagrada, como lo es la búsqueda de la verdad. Es pues la antípoda del nazismo que creía que la verdad es solo propaganda y que existía un pueblo superior. Para esa doctrina el ario  valía más que la persona no aria, “untermenschen”, subhombres. De modo que al contar cadáveres los omitían si eran de la raza inferior. Así se hizo en los campos de concentración y de una forma más disimulada se repite ahora. En efecto hay más de 1.700 palestinos muertos en los bombardeos en Gaza; Israel destaca que un soldado suyo fue muerto en acción… Los palestinos civiles inocentes masacrados les importan poco. Estados Unidos a través de CNN destaca con foto y nombre al superhombre muerto y engloba en una cifra a los palestinos muertos, a los N.N. masacrados con ayuda militar y financiera de Washington. Otro tanto ha hecho la BBC inglesa, quien dicho sea de paso inventó en su expoliación antigua de Sudáfrica, ese atroz sistema de concentración en campos, luego copiado por nazis y bolcheviques con distintas variantes. La BBC también ningunea a las victimas pero destaca a un invasor muerto. En buen romance la actitud nazi se introyectó en la propaganda de Israel, Reino Unido y EE.UU. Ha vencido en eso y, sin que lo mencionen ni admitan, los capítulos magistrales que en el libro Mi lucha Adolfo Hitler postuló y llevó a cabo con Goebbels. Al parecer el país de Lincoln se dejó contagiar de la prisión tortura de Bush en Guantánamo. Y los aliados de la libertad de la segunda guerra que cazaban dragones empiezan a crecer escamas. Cada vez se hace más evidente que una cosa es el pueblo judío  y otra es el Estado de Israel.

Y que allí hay filo-fascismos en sus cepas más agresivas, capaces de manipular las noticias hasta afirmar que se retirarán generosa y “unilateralmente” de un territorio que no les pertenece y acaban de arrasar. En cambio Alemania que en serio sufrió y superó la enfermedad nazi, relató con decente objetividad lo ocurrido a través de la Deutsche Welle sin distinguir con fotos y nombre propio un ser humano de otro muerto en el mismo conflicto. El contraste entre la propaganda de la última guerra favorable a los entonces aliados, ha dado un giro de 180 grados. Si el lector desea informarse, créales a los alemanes. Su denuncia a los Wikileakes y a los métodos ilegales va en serio. El rebelde escritor inglés George Orwell peleó contra el fascismo en España y denuncio al sovietismo cuando la izquierda se arrodillaba ante Stalin. En su libro 1984 descompuso la semántica de la propaganda de Estado mostrando cómo primero se manipula el lenguaje hasta hacer imposible la comprensión, y luego se atropella al ser humano. Y en otro texto mostraba cómo los que ayer proclamaban la igualdad, apenas obtenían el poder, sostenían sí que los hombres son iguales, pero que hay unos más iguales que otros. Ese libro se llama La rebelión en la granja, y parece referirse a la actualidad de los informativos de los antiguos aliados.