MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Agosto de 2014

SUPERPOBLACIÓN

El efecto Ana Karenina

Las  familias felices lo son de manera más o menos similar, las infelices lo son de diversas formas, dice Tolstoi en su novela. Algunos economistas trasladan esa analogía a la riqueza de las naciones en la que las pobres no despegan por los más diversos motivos. Se presume que el crecimiento tiene unas constantes más o menos universales. Esa discusión agita las distintas corrientes económicas. Así, por ejemplo, la llamada economía descalza. A los economistas les fascinan las metonimias y metáforas: Coyuntura (metonimia  de anatomía zoológica), exportaciones apetecibles (gastronómica), la descalza que hace pensar en Gandhi a quien Churchill llamaba un peligroso faquir semidesnudo. Se pregunta si los doscientos países del globo pueden desarrollarse manteniendo el mismo ritmo de consumo de energía de los países ricos. Sostiene que requerirían multiplicar por diez su consumo energético (entre otras cosas) generando una catástrofe planetaria. Sugieren que los presupuestos mismos de la teoría económica deberán revisarse. Cuestionan los modelos que entronizan los índices del consumo, y el crecimiento indiscriminado del Producto Interno Bruto como una aberración anacrónica que hace caso omiso de lo cualitativo. Y es una amenaza a la ecología mundial.

 Otra pregunta, la superpoblación mundial. Cierta vez una ganadera afín al ubérrimo despachó el asunto diciendo que la gente nacía pero que también moría y acabadas son cuentas. Y el propio señor del ubérrimo zanjó el asunto recomendando a los jóvenes que “se aguantaran el gustico”.  En el planeta, por cada muerte hay casi tres nacimientos. Y algunos científicos sostienen que apenas puede sostener en buenas condiciones la mitad de los 7 mil millones que ya atiborran el mundo sin peligro de destrucción de la naturaleza. Respetando pues la lucidez del centro ubérrimo, hay un problema insoluble y muy grave. Sobra (o sobramos) la mitad de la población pero ya nadie puede decir de cual mitad se trata… Otro problema no resuelto es la tendencia a la súper concentración de la riqueza. Se nota en la cleptocrática Rusia, en las termitas asiáticas de Japón y China, en los democráticos Estados Unidos. Lo ha podido controlar algo Bélgica. Y se refleja en los índices Gini de concentración en Ecuador menos desoladores que el nuestro. En ese sentido en Colombia el Estado interviene poco y mal. En el doble cuatrienio del ubérrimo su corazón grande ganó la medalla de bronce de la concentración superada apenas por Angola y Haití. Pero en realidad parece que el galardón fue de plata y no de bronce, pues se hizo según los índices del DANE que en el año 2007 indicaban una brutal concentración de 59 en la escala de Gini. Pero hecho el cálculo una vez pagados los impuestos en ese 2007 se subía a 61,25. Ahora se plantea otra reforma tributaria. Algunas voces afirman que la ecuación de Ana Karenina exige que la evasión sea castigada penalmente, si queremos un país fuerte. Medida elemental y universal. Pero tiene mala acogida entre los sectores evasores. En cambio ya la policía importó picanas eléctricas para disolver manifestaciones molestas. Mientras los evasores siguen impunes. En fin, como diría Tolstoi, la infelicidad tiene formas diversas.