MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Mayo de 2014

Desahogo y complejidad

 

Entramos  al juego electoral. Las presiones saldrán a flote y el edificio social logrará retomar su punto de equilibrio con los nuevos resultados. Ese edificio tiene estructuras ciegas como el de la concentración de la riqueza, con todo parece que el juego electoral logrará una vez más el desahogo suficiente para que no se venga abajo.

Los resultados globales de cada elección son casi que previsibles así varíen sus ingredientes, pero la tradición de esa formalidad deja  un aprendizaje colectivo y es el del valor mismo de la democracia. Del libre juego de la opinión. La constatación de que no se trata de una bagatela como lo sostuvo el fascismo y el comunismo. La otra lección, aún no digerida ni aceptada, es que al cambiar el afuera cambia el adentro. Al integrarse el país en procesos de globalización su normatividad queda subsumida en un nuevo molde internacional que lo supedita, ante el cual no se puede luego alegar “soberanía”. Es decir, los ministros de justicia locales no pueden hacer como un tendero costeño al que un inspector de impuestos le preguntó por qué no había pagado el IVA, y el respondió ¿el IVA? No doctor eso aquí no pegó… Los acuerdos internacionales suscritos no quedan supeditados a las jerarquías nacionales. Pero para los leguleyos criollos, eso no pega fácil. Esta noción que produce aversiones etnocéntricas en todos los países, es imprescindible. Es el precio que se paga si se quiere entrar a la corriente comercial planetaria que no se puede someter a las arbitrariedades locales, que pretendan, por ejemplo, supeditar una votación democrática al capricho administrativo de un comité de ornato y buenas costumbres. Y sustituyan al constituyente primario alegando reglas de higiene pública, con cierto respaldo teológico eso sí.

Ha cambiado el adentro y el afuera. Pero no sólo es una época de cambios como otras, es un cambio de época. Términos como el Producto Interno Bruto ya tienen otro sentido por cuanto los productos no son internos del país sino engendros multinacionales. Piense el lector que en su vestido tiene con facilidad productos de cuatro o cinco continentes. Consume jabones, desodorantes, productos de salud que vienen de cualquier parte del mundo. Tener algo del Japón o de la China no es exótico sino trivial. Hay una integración creciente. Solo persisten 200 países en el globo, cuando en Europa había cinco mil feudos soberanos hace 500 años… Y la propia Europa encabeza el proceso de integración en un solo gobierno territorial. La tendencia universal es clara. Se tiende a la concertación, el futuro no es el aislamiento sino la complejidad. En Colombia, la clase dirigente no ha logrado lo que todas las naciones del continente, crear un Estado incluyente con monopolio de la fuerza y un sistema único de tributación. En consecuencia tenemos tres para-estados que cobran tributos y matan. Hay grandes dividendos en esa guerra intestina, capitales de guerra que ven un peligro en una Colombia unida. Pero la tendencia universal es le integración. Y las normas internacionales al respetarse, nos ayudaran a ello. Si no se le ocurre a la dirigencia seguir prefiriendo los comités de ornato y buenas costumbres a la normatividad mundial.