MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Abril de 2014

El pequeño error

Santos  perdió a Bogotá, tras perder Medellín y Cali. Con su torpe decisión de apoyar a un Procurador atrabiliario logró con toda certeza que los setecientos mil votantes birlados, no voten por él. Quienes creemos que el futuro de Colombia pasa por el meridiano de respetar el comercio internacional así como las instituciones y la jurisprudencia ratificada, no podríamos tragarnos el desacato a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Sacrificar a la OEA para avalar la ideología anacrónica disfrazada de legalidad del lefebrismo criollo sólo pueden recomendarlo los mismos consejeros jurídicos que en su momento declararon que si Ernesto Samper había financiado su campaña con el apoyo masivo del narcotráfico, nada podía hacerse por cuanto eso no estaba tipificado como delito…
El fallo del Procurador y el desacato a la normatividad internacional de parte de Santos ha generado tal reacción que en Palacio no saben qué hacer. Santos y Vargas daban por averiguado que no habría segunda vuelta. Tras la rapacidad, el desacato y la falta a la palabra empeñada es evidente que la habrá. Y se duda que de seguir el creciente rechazo, sea él el ganador.
Es cierto que el Presidente en ejercicio tiene una ventaja desproporcionada frente a los demás candidatos. Es tal la ventaja que la Constitución del 86 y la de la 91 la tenían prohibida. Pero la codicia de poder del caudillo Uribe vía el cohecho logró acabar el “articulito”. Santos no se opuso. Ahora el uribismo debe sufrir las consecuencias. Ya perdió con el actual Presidente, el Congreso. Y perderá con Peñalosa la tercería. La segunda vuelta no verá a una izquierda que calló el saqueo de los Moreno Rojas a Bogotá. No verá a la extrema derecha que arroja ácido por twitter y olvida sus métodos y sus nexos paramilitares. Santos está perdiendo el gran centro democrático nacional que no soporta a quienes tienen nexos paramilitares o con las Farc. Que sin creer en todas la formas de lucha, tampoco acepta las leguleyadas criollas que birlan la normatividad internacional y la voluntad de los votantes, alegando normas administrativas de higiene o de salud pública.
Verá a un Santos, capitalino, ambiguo, plutocrático pero pacifista. Enfrentado a una tercería indignada pero sin programa nacional. Y ambos sopesando el pequeño error cometido en el exterior y en Bogotá.