MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Mayo de 2013

El declive

 

Estados  Unidos está intentando salir de dos guerras. Y se da la paradoja de verlos salir vencedores pero con el rabo entre las patas. No saben qué hacer con su victoria en Irak. La región está más insegura que antes de la invasión. Se ha dañado aún más la relación con Siria, con Irán, con el aliado Egipto. El malhadado presidente Bush inició una guerra para evitar el debilitamiento del dólar y el dólar sigue cayendo. Bastó que Hussein dijese que cotizaría el petróleo en euros para que Bush empezara la invasión. Se inventó una amenaza de armas “de destrucción masiva”. Total arrasó al país. Asesinó a más de cien mil civiles inocentes. Lo que al parecer ha traído las secuelas del terrorismo en Boston. Pero la invasión sirvió para otorgar diez contratos billonarios sin licitación a sus amigos para “reconstruir” Irak. De esos diez, nueve de ellos habían aportado  a la reelección. Eran digamos los Nule del Oriente.

La otra guerra, la de Afganistán, es una victoria no menos vergonzosa. La región aumentó la exportación de la heroína bajo el control militar gringo… Y las torturas sistemáticas de prisioneros convirtieron a Washington en objeto de repudio mundial. El otrora país de la libertad dio la imagen reservada para Hitler y Stalin. Es el momento en que aún no han podido cerrar Guantánamo.

No se trata hoy de la vacua cantaleta anti-imperialista, vivimos la caída de Estados Unidos como líder mundial. Más de la mitad de países de América se han apartado de su visión de ver las cosas. No comparten sus tesis políticas y económicas. No sienten empatía por el gigante amigo y casi bonachón de la posguerra. Ahora la brecha entre las clases se ha agravado, el ansia consumista azuzada en todos los medios de propaganda aumenta el descontento y Estados Unidos no se siente con coraje suficiente para liderar nada. Está a la defensiva. Enredado en su propia  libertad de poseer y usar armas. Sus noticieros son crecientemente localistas pero su parroquialismo carece de sabor  local: lo proyecta a todo el planeta vía satélite. Y ahora recoge terrorismos que su política exterior ha generado desde hace décadas. Y esa paradoja de sus victorias se resalta con su política hacia América Latina. Han logrado aislar a Cuba al menos comercialmente pero han perdido a la Florida y no se dan cuenta. Han expropiado a México de medio país en el siglo XIX, y la migración mexicana sigue imparable dos siglos después. Cierto es que su tecnología logra mitigar algo lo que su espíritu social perdió. Nueva York es una prueba de ello. Es una gran ciudad gracias a esa tecnología. La precariedad estriba en que todos sabemos lo que puede ocurrir si se va la luz.