La Feria del Libro
En pleno invierno se celebra esta cada vez más internacional feria. Difícil no mojarse. Pero igual los visitantes parecen satisfechos. En esta ocasión Portugal, a pesar de sus graves problemas económicos, se hace presente. Entre los centenares de títulos nuevos algunos pocos libros se reeditan a través de los años sobre asuntos políticos nacionales. Uno de ellos es la biografía de Camilo Torres del antiguo sacerdote Joe Broderick. El tema es un emblema de los años 60. Lo curioso es que esa forma de lucha violenta sigue teniendo audiencia entre jóvenes que no comparten esa decisión. Broderick se lo atribuye a la pureza del ideal de justicia más allá de esa violencia. Pero hay otro aspecto poco conocido. Camilo como sociólogo creía que Colombia tenía un talante reformista. Afirmó que aquí no habría una revolución violenta. La comparó con Chile, Brasil y otros países. Concluyó que la presión popular era de tipo B regular, que las reformas existían aún si la clase dirigente tenía poco deseo de cambio que el calificaba de “C”. En suma que lo esperable en Colombia era el reformismo. Predijo el auge del socialismo en Chile. Y si mal no recuerdo acertó con la reforma posterior de la política brasileña. Pero que un cura y sociólogo llegue a una conclusión pacifista no bastó. Esas tesis de Camilo no sirvieron para iluminar a sus seguidores pues él mismo las borró, aunque quedaron escritas, al tomar las armas. Fue a dar a la guerrilla comandada por un comandante, Vásquez Castaño, quien tenía trazos sicóticos. Y hoy vive en Cuba sumido en una merecida mediocridad.
Lo curioso es que Camilo logró la atención internacional por su vestidura sí, pero también porque en los años 60 en Europa, la intelectualidad francesa sobre todo, creía chic la insurgencia, pero en el exterior. Les gustaba la revolución en África en Latinoamérica. Por eso redomados burócratas como Regis Debray escribían textos de pedagogía guerrillera. Y afrancesados funcionarios de nómina como Plinio Apuleyo escribía columnas favorables al Eln. Ahora sigue creyendo en la fuerza bruta pero desde la derecha. En suma no cambió… la ecuación es la misma.
En fin desde París buscaban acá lo que querían ver. Y esa es una manía ideologista similar a la derecha. Que busca en el pasado histórico lo que desea encontrar. Y por supuesto lo encuentra, lo análoga. Lo presenta como fórmula. Tal el caso Kerenski que sirve para oponerse a cualquier negociación por miedo a una revolución inminente. Como si la situación rusa de principios del siglo XX fuese idéntica a la colombiana del XXI. Lo que no notan estos analogistas es su anacrónico zarismo en esa ecuación facilista. Pero así son las ideologías. Incluso cuando aciertan en el diagnóstico en el papel como lo hizo Camilo Torres. Mientras termina la lluvia en la feria del libro de Bogotá. Y se inunda el lugar por falta de desaguaderos.