Como es apenas lógico, no queda más remedio que adoptar una política anticíclica que dimensione las consecuencias de la pandemia y tome de inmediato las medidas para que la economía supere sus estragos. No se necesita ser un genio para comprender que los remedios para contrarrestar la crisis son urgentes y que su efecto inmediato determinará gran parte de su efectividad.
El desplome que muestra la más reciente medición del Producto Interno Bruto refleja una caída en picada, comprensible por la magnitud de la pandemia y su efecto negativo que todo el mundo veía venir.
El impacto sobre el empleo es devastador y genera un problema social de tamaño inmanejable, que nos coloca al borde del incendio social, aprovechado por oportunistas. En un país con empleo informal tan alto como el colombiano, cualquier porcentaje de desocupación reviste una gravedad mayor que la atribuida a los índices de países, en los cuales el subempleo no constituye un fenómeno masivo.
En estas circunstancias, el gasto público se convierte en una necesidad urgente, sin importar que sea deficitario, si no queremos que una deflación nos coloque en una situación desastrosa. Con consumo en declive cada vez peor, dificultades extremas para recuperar la confianza de los hogares y los proyectos de los inversionistas desinflándose a pasos agigantados.
En estas circunstancias ¿a quién se le ocurre anunciar una reforma tributaria?
Las empresas pequeñas a duras penas sobreviven, inventándose actividades distintas de las habituales, pagando los sueldos de sus trabajadores con los ahorros de los dueños y rogando para que las dejen abrir un día a ver si algún cliente aparece de milagro.
Las Empresas establecidas y tradicionalmente prósperas afrontan los mismos problemas, solo que con varios ceros más en la cuantificación de sus pérdidas. Igual sucede con las grandes que resisten mejor, pero no podrán hacerlo indefinidamente.
Por todas partes y en todos los sectores encontramos los mismos factores recesivos, como lo vemos cada día en el comercio y en el sector rural. La pandemia no perdona.
¿Esta es una situación económica lista para que aumenten los impuestos?
Durante años, el contribuyente ha soportado una difícil carga tributaria. A pesar de todo la economía crece y el país se desarrolla, aunque los gravámenes se imponen pensando más en las necesidades fiscales que en el desarrollo nacional.
La clase media viene consolidándose a pesar de las cargas, pero tampoco resistirá el peso de nuevos tributos sin que la situación la obligue a bajarse de estrato para pagar impuestos. El esfuerzo de muchos años se perderá en esta coyuntura. Productores y consumidores tendrán que superar los malos momentos, como ocurrirá en todos los países. Los colombianos lo entendemos y lo soportamos. Le estamos poniendo buena cara al mal tiempo de la pandemia, lo que nadie entendería sería que en una economía en recesión se aplique un política económica cuyo efecto inmediato sea acelerar la recesión a corto plazo y empeorarla aún más a largo término.