La semana anterior el país fue testigo de cómo en un mal procedimiento policial, con evidente exceso de fuerza, perdió la vida el ciudadano Javier Ordóñez. Si bien es claro que los patrulleros incurrieron en delitos graves, como todo ciudadano tienen derecho a la defensa y un debido proceso. Una vez comprobados los mismos, que se les castigue con todo el peso de la ley.
Muy a pesar del pésimo actuar de los uniformados, jamás podrá ser tomado como una doctrina o mandato institucional proceder de esa manera. Si bien se comprobarán sus faltas, lo que merece una ejemplar sanción, es un caso que no puede generalizar o definir el actuar de 167 mil hombres y mujeres que representan de forma honesta y ejemplar a tan noble institución.
Posterior a este lamentable suceso, fuimos testigos de los más atroces hechos vandálicos por parte de mal llamados manifestantes que, llevados por el odio y muy seguramente estimulados por las fuerzas disolventes que buscan desestabilizar cada día más a este país, salieron a las calles con el pretexto de exigir justicia por lo sucedido. Pero ello no fueron en su mayoría marchas pacíficas espontáneas: fue la fiel copia y muestra de lo que la delincuencia unida es capaz de hacer, dejando a su paso destrucción y desolación. A la violencia le respondieron con más violencia.
La Policía Nacional, podríamos decir, es la única institución del estado que verdaderamente tiene presencia en todos los rincones del territorio. Está en 1.102 municipios, centros urbanos y rurales, cumple funciones de todo tipo, más allá de las establecidas por sus manuales. Es el más cercano e inmediato contacto que tiene la ciudadanía con el real Estado de Derecho. ¿Quién no ha necesitado alguna vez en su vida del servicio de policía?
Expertos definen la criminología ambiental y del desarrollo, los modelos de policía estándar, comunitario, de patrullaje aleatorio, de puntos calientes o como el plan nacional de vigilancia comunitaria por cuadrantes implementado en Colombia, que en últimas aglutina a todas las anteriores.
Esta institución debe hacer reformas encaminadas a ser más cercana al ciudadano y una oportunidad para mejorarlo es identificar desde la propia incorporación de forma más exacta el origen, la educación que recibió en su hogar y el contexto en el que creció el futuro policía, para que sea abordada su condición puntualmente en las escuelas de formación de manera diferenciada y una vez graduados se fortalezca su educación y doctrina.
Este momento de crisis podría resultar en una oportunidad para corregir posibles falencias. Se requerirá para ello mayor compromiso del presidente, voluntad política del ministro de Defensa, entendimiento de los gobernadores y alcaldes, resiliencia de los comandantes y acompañamiento externo. La policía no puede corregir sus imperfecciones con señalamientos políticos y permanentes desautorizaciones; muy por el contrario, es la hora de ese gran acuerdo para defender y generar ajustes en una institución creada para la gente, conformada en su mayoría por gente honesta, que trabaja siempre por la defensa del interés colectivo.