Bogotá padece procrastinación
No parece fluir la aprobación de las fuentes de financiación de las grandes obras de Bogotá. Pareciera que el estado de la movilidad y la calidad de vida de sus ciudadanos no lo requirieran. En términos sofisticados se puede decir que Bogotá entró en procrastinación -una forma de indicar que en el interior se deja para mañana lo que se puede hacer hoy-. Vale la pena mencionar que, en palabras del profesor Piers Steel, procrastinar no sólo se refiere al arte de postergar sino a dilatar aquello que por razones fundamentales es inconveniente aplazar. Es consecuencia directa del estatus de gobernabilidad.
Todo comenzó con la propuesta del burgomaestre de derogar la contribución de valorización, prevista en el Acuerdo 180 de 2005 y sus acuerdos modificatorios, cuya errada implementación generó inequitativo cobro para predios de estratos bajos. Además algunos proyectos no estaban completamente financiados y miles de personas se quejaban de construcciones antes cobradas sin empezar. No obstante, derogación que no puede desvirtuar un mecanismo históricamente viable para financiar obras públicas y que obliga a revisar en un futuro el Estatuto de Valorización.
Como alternativa, el Alcalde propone financiamiento con recursos de crédito. Y tuvo éxito. Pero no cuidó el buen momento. En primer debate, la Comisión de Hacienda y Crédito Público, por más de doce horas de discusión y faltando dos minutos para las 12 de la noche del 8 de junio, aprueba la derogación parcial de la valorización y su suspensión en algunas localidades y acepta un amplio cupo de endeudamiento que, después de tres intentos, logró entrar en la agenda. La Comisión y su Presidente dieron las garantías del debate. Petro conseguía por fin una perla y de significativo tamaño.
El cupo se aprueba nada menos que por 3.8 billones de pesos -gran parte para movilidad- y la valorización se reduce de 850 a 381 mil millones de pesos. Esto implicó, por un lado, modificar las fuentes de financiación del Plan Plurianual de Inversiones y, por otro, evitar un detrimento patrimonial por cuanto ya se habían adelantado estudios y compras de predios. Así con un pasito pa´ tras y otro pa´ lante se frenó la incertidumbre sobre la valorización y se reasignó un valor de 469 mil millones de pesos para ser cubierto con deuda.
Se pensó que el cupo de endeudamiento se decidiría en Plenaria, en sesiones extraordinarias -antes del 31 de julio-. Sin embargo, la obstinación del Alcalde por incluir la revisión excepcional del POT, bajó los ánimos, lo procrastinó y contaminó la gobernabilidad tan difícilmente lograda. Tres meses después, en ordinarias, entre recusación y recusación, Bogotá está a la espera. Por la mega-magnitud que representa, de ser aprobado, el Concejo deberá ejercer un extremo control a la disposición y ejecución de estos dineros. De no quedar aprobado, la administración ha planteado formalizar Alianzas Público Privadas - APP. De manera que el baile es completo. Se remplaza valorización por endeudamiento y ahora se habla de sustituir éste por APP. Mientras tanto el POT sale por decreto y queda el “cuándo será ese cuándo” que comiencen las principales obras de Bogotá.