María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Mayo de 2016

HILANDO FINO

¿Violencia o juego?

 

QUE un hombre encapuchado en una marcha civil saque un arma de fuego y la apunte a la policía que vigila pacíficamente ¿es violencia o es un juego? ¿Puede este acto de alta peligrosidad tomarse como una simple chanza juvenil?

 

Creo que la sociedad debe hacerse esta pregunta con toda seriedad porque todo acto que pueda costarle la vida a alguien, o ponerla en peligro, no debe ser tomado, por ningún motivo, como una simple chanza pesada, o un juego.

 

En Bogotá, el 1 de mayo, durante la marcha para celebrar el Día del Trabajo, Fabián Enrique Vargas, quien usaba una gorra que le cubría totalmente la cabeza, un trapo alrededor de su cara y cuello, chaqueta de manga larga y guantes, con el objeto de no ser reconocido, sacó un arma y la disparó, por lo menos una vez, contra los agentes de la policía encargados de velar por la seguridad de los manifestantes, para luego desaparecer entre el bullicio del momento.

 

Dos días después, Vargas, quien había sido identificado gracias a múltiples fotos de su violento acto, resolvió entregarse voluntariamente a la policía. Al ser interrogado, con cara de total ingenuidad, dijo que lo que pretendía era probar un arma de fogueo (que solo hace ruido) porque era nueva y no la había usado. También aseguró que llegó a la marcha por pura casualidad. Luego se disculpó por haber actuado de “manera impulsiva”.

 

Este cuento es bastante reforzado y poco creíble.  ¿Por qué estaba camuflado? Además, él no era el único que estaba haciendo toda clase de desmanes ese día en la Plaza de Bolívar. Fueros muchos hombres jóvenes que, de manera bien planeada, atacaron a la policía con piedras y palos, que se dedicaron a sabotear la marcha y a destrozar desde el pedestal de la estatua del Libertador hasta la fachada de la Catedral Primada.

 

Esto fue, sin duda, algo bien organizado. ¿Quién los envío? ¿Qué pretendían? Hay mucho silencio al respeto. ¿Acaso son los mismos que han destrozados buses y estaciones de Transmilenio? Parecería que tiene el propósito de desestabilizar el gobierno del alcalde Peñalosa o crear conmoción en Bogotá. Extrañamente, este grupo de vándalos criminal apareció al entregar Petro la alcaldía. ¿Tendrá el ex-guerrillero algo que ver con esto? 

 

¿Qué hubiera ocurrido si un agente de la policía ve al hombre apuntándole y piensa que su vida o la de un manifestante están en peligro?  ¿Qué le  habría pasado a ese policía si dispara en defensa propia, o por proteger a los manifestantes, hiere o mata a Vargas?

 

Como están las cosas en Colombia, con toda seguridad, ese agente de la ley habría ido a parar a la cárcel, quién sabe por cuantos años. Porque ahora resulta que el hombre de la capucha es un joven de 26 años que solo esgrimía un arma, “impulsivamente” como si fuera un juego. ¡Chiquillo juguetón!

Total, Vargas y todos los otros hampones, que hicieron toda clase de destrozos, están libres. El juez conceptuó que su delito ameritaba excarcelación, mientras los juzgan; si es que los juzgan.  Y así continua la impunidad que se ha implantado en Colombia. ¿Y, quémáshay de nuevo?