María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Septiembre de 2015

HILANDO FINO

Una película para aplaudir

El vistoso y brillante vuelo del colibrí samurái es el primer golpe de color de una película que derrocha, como un arco iris, coloración, matices y tonalidades. El combate en defensa de su territorio de estos pequeños pájaros nos asombra y nos habla de su arrojo. La toma estática de uno de ellos mientras bate sus alas 60 veces por segundo nos maravilla. Este es solo el comienzo de una cinta que nos conmoverá, hasta la raíz, con cada imagen, cada sonido, cada descripción.

Con la maestría con que una elegante y pausada mariposa Morfo bate sus alas, o el armonioso planear de un cóndor, la lente de los camarógrafos de Colombia Magia Salvaje nos lleva de viaje por una majestuosa y muchas veces desconocida Colombia.

A través de sus cámaras vamos descubriendo la geografía colombiana y su fantástica fauna. Las nieves eternas de nuestra tierra se abren ante nuestros ojos con todas las tonalidades de sus blancos azulosos, los secretos de sus cráteres, lagunas, hondonadas y cúspides. Volamos sobre el Nevado del Cocuy, al sur del país, y al norte, a escasos 80 kilómetros del Caribe, sobre la Sierra Nevada de Santa Marta.

Los suaves verdes, amarillos y plateados de los frailejones y otras plantas de los páramos, guardianes de nuestras aguas, nos desgranan gota a gota su historia en peligro. Y las múltiples selvas del país nos arropan con sus húmedos verdes, sus altas palmas de cera y sus ríos.

Disfrutamos oyendo el excitante ronquido del cocodrilo del Orinoco cuando llama a su dama, el grito del mono aullador, el delicado llamado, casi como un trino, del titi cabeciblanco y el silencioso, pero amenazante, deslizarse de una enorme anaconda.

Acompañamos varias cacerías; la de la diminuta rana dorada, la más venenosa del mundo, cuando, escondida entre la hojarasca de su selva, dispara su pegajosa lengua y atrapa arañas y hormigas; la del ágil arawana, pez amazónico, que salta fuera de las aguas, hasta dos metros, para capturar su presa, y cuyo macho esconde sus alevinos entre la boca para protegerlos. Pero la más extraordinaria es la de un soberbio jaguar, el felino más grande de América, que  pacientemente persigue una manada de cerdos salvajes, o chácharos, hasta lograr cazar uno.

En el Pacifico, en la isla de Malpelo, aprendemos sobre las extrañas costumbres de los piqueros y nadamos con escuelas de tiburones martillo y, en la Bahía de Utría, visitamos un paridero, donde las gentiles yubartas vienen a parir sus ballenatos. La invasión de cangrejos negros en la Isla de Providencia, en el Caribe, nos sorprende por su número y el juego de los delfines rosados en el Amazonas nos deleita.

Recorremos las extensas llanuras, los caudalosos ríos, el color  de las algas del Caño Cristales y el misterio de los tepuyes y de las pinturas rupestres de la Serranía de Chiribiquete. Poco de nuestro extraordinario mundo salvaje se queda por ver en esta cinta

Pero todo, absolutamente todo esto está en peligro de desaparecer. La ambición e idiotez del hombre está por destruirlo y así queda muy claro en esta película. Por eso, debería ser vista por todos, colombianos o no, para que dolorosamente comprendamos lo que estamos destruyendo.