María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 24 de Diciembre de 2014

HILANDO FINO
Regalo de palabras

En  esta Navidad no quiero agobiar a mis lectores con problemas políticos, nubes negras sobre el futuro o esos horrendos sapos que habremos de tragarnos para obtener una dudosa y arbitraria paz; al contrario, deseo hacerles un regalo de palabras hermosas, muchas de ellas provenientes de lenguas antiguas, voces de nuestros antepasados indígenas, las cuales muchas veces usamos olvidando su origen, su historia, su raigambre.

Mucho de este “regalo” que hoy les hago, proviene del libro, Folclor literario de Colombia, de la historiadora Mercedes Medina de Pacheco, publicado por el Patronato Colombiano de Artes y Letras, libro que recomiendo como una joya.

De las valientes tribus Caribe, que poblaron la Costa Atlántica colombiana y los valles bajos y medios del rio Magdalena, conservamos vocablos que nos llenan la boca con sus sonidos redondos y abundantes: batata, bagre, banano, batea, totuma, caníbal, tabaco y arepa, nuestro pan de maíz siempre presente, de una u otra forma, en la mayoría de nuestras mesas. De ellos también nos queda el nombre con que reconocieron a algunos de sus animales, como: caimán, turpial y la boa guio, además de guayacán, árbol sin igual por la dureza de sus maderas y la mejora que proporcionan sus flores para curar el reumatismo, la faringitis y la laringitis.

Palabras que amamos porque nos traen a la memoria deliciosos sabores, como curuba, uchuva y cubios, son herencia de la lengua chibcha hablada por los pueblos muiscas que habitaron la región andina colombiana, llamada por nosotros, altiplano cundi-boyacense, donde hoy se extienden grandes urbes como Bogotá y Tunja. También viene de ellos el nombre de los pájaros toches, del fique y el chusque y de los tunjos, intrigantes objetos religiosos, decorativos.

Del imperio Inca, que ocupó desde Chile hasta el sur de Colombia, heredamos el nombre de lugares y pueblos como Putumayo, Cajamarca, Quito, Pasto, Huila, Guambía y Anchicayá, y voces que quisiera uno repetir hasta la saciedad por su sonoridad, como arracacha, cuchuco, chirimoya, choclo, chonta, zapallo, quinua,  alpaca y  guaca.

De los aztecas, sus antecesores y otros pueblos habitantes de Centroamérica y México nos quedan entre otras muchas: cacao, chocolate, tamal, aguacate, tomate, chicle, cacahuate, camole, jícara, petaca, petate y tapir. Y de las lenguas de los pueblos de Uruguay y Paraguay, algunas tan bellas como: cámbulo,  cumare, mandioca, ananá, chamán y maraca.

Son estas palabras solo un puñado de las miles que heredamos de los imperios y pueblos que poblaron estas tierras en la era precolombina. Palabras que ahora nos pertenecen y nos hacen hermanos. Sonidos que colorean y enriquecen nuestro español moderno, acompañan nuestras canciones, describen los sabores que preferimos y la fauna y flora que nos pertenece. Voces que le han dado poder y brillo a la pluma de los grandes escritores latinoamericanos.    

¿Qué seria del español sin la riqueza, tinte y musicalidad de estas palabras provenientes de lenguas indígenas? Son ellas el mejor ejemplo del mestizaje que nos da la identidad y tiende un puente entre el Nuevo Mundo y España.

¿Qué puede ser más bello que un regalo de palabras como estas?  Para todos, una feliz Navidad llena de bellas palabras.