Por los campesinos
Los campesinos de toda Colombia merecen mi respeto. Esta columna es para honrarlos a ustedes, quienes producen nuestro alimento diario, la papa, el arroz, el café, la leche, los huevos, las frutas y verduras, en fin, nuestra comida. Esos hombres y mujeres, guardianes del campo, de la tierra. Quienes han sido ejemplo de trabajo arduo, honestidad, inventiva en las peores circunstancias y de una tenacidad admirable.
Por los hombres, mujeres y niños del campo colombiano, solo puedo expresar admiración y un gran cariño que me viene de mis raíces, heredado de mis padres. ¿Quiénes fueron más leales con Mariano Ospina Pérez y Bertha Hernández de Ospina que los campesinos de Boyacá, Pasto, Antioquia, Risaralda, Caldas o Huila? ¡Cómo olvidar la última campaña de Ospina Pérez, días antes de morir, por los campos de Boyacá, enfundado en su ruana, hablando con sus amigos de siempre, los campesinos de esas bellas tierras! ¡Con cuánto amor respondieron estas gentes a su llamado! Hoy en su memoria, yo hablo por ellos.
¿No fueron ellos por décadas los abanderados del Partido Conservador? ¿Dónde está ese Partido Conservador hoy? ¡Dónde está su defensa amplia y cerrada del campo y sus gentes! Cualquiera diría que el Partido está más ocupado disfrutando de la burocracia en este gobierno y repartiendo la “mermelada”, que defendiendo a su pueblo.
Comprendo la frustración de los campesinos. Han sido ignorados por gobierno tras gobierno, por los partidos y los políticos, que solo los buscan a la hora de obtener de ellos su voto, por la sociedad civil, los medios y la academia, si señores profesores universitarios y periodistas, por ustedes también. Y sobre todo, maltratados por las Farc y otros grupos semejantes, que solo han traído al campo sangre y destrucción.
Es este abandono lo que ha llevado a los campesinos buenos y honestos a lo que estamos viendo. Bloqueos y protestas por todo el país. A dejar que en sus protestas se metan influencias indeseables. A que sus importantes y merecidas demandas sean desvirtuadas por gentes que no han sembrado una papa, ni cultivado un grano de café, en sus vidas, por asesinos profesionales como son los de las Farc y otros violentos, hoy disfrazados con sombreros campesinos y ruanas. ¡Falsos campesinos!
Señores, les ruego, no se dejen utilizar por los violentos. La violencia deslegitimiza sus demandas. Ustedes merecen que se atiendan sus requerimientos, pero no que, el día de mañana, les vaya a imputar la muerte de un soldado o un civil. ¡No a la violencia!
Hoy demando urgentemente para el campo la infraestructura, carreteras y puentes que debieron de construirse hace décadas, escuelas y puestos de salud para sus hijos, control del precio de sus insumos; semillas, fertilizantes, fumigantes, además de créditos y asesoría.
Hoy me uno a los campesinos de Colombia. A los que protestan con un diálogo claro y frentero, pero pacífico. Les pido a los que me leen que hagan lo mismo. Pero les ruego a los campesinos ¡no se dejen infiltrar por los violentos!