El río más hermoso del mundo
Desde Villavicencio llegamos madrugados al pueblo la Macarena, en una avioneta de cuatro puestos. El pueblo, localizado sobre el río Guayabero, es un lugar en pleno desarrollo. Es fácil ver el progreso que el turismo ha traído en estos últimos años, desde cuando el Ejército desplazó a las Farc. Este es un pueblo alegre, donde se oye el joropo y otros aires llaneros por todas partes, la gente es despreocupada y amable.
En el embarcadero tomamos río arriba por unos 15 minutos. En la selva húmeda que bordea el río observamos garzas, pavas hediondas, tortugas, un árbol poblado de iguanas y otro de micos aulladores y, para nuestra gran alegría, una familia de delfines rosados o “toninas”, que retozaban con las olas del bote.
Vamos hacia “el río más hermoso del mundo”, como muchos han bautizado Caño Cristales, a dejarnos sorprender. Vamos a comprobar con nuestros propios ojos si tanta belleza es posible, o si es una exageración.
Al desembarcar nos espera un campero, en él atravesamos la sabana llanera, por una trocha, hasta el punto donde comienza nuestra caminata. En unos veinte minutos oímos el ruido del agua. El asombro nos invade. Allí, nítidas aguas corren por un caño compuesto por rocas formadas hace millones de años, quizá unas de las más antiguas del planeta.
Nada lo puede a uno preparar para la belleza del río, su trasparencia, sus colores; el granate, el esmeralda, con asomos de amarillos y negros, contrastando con el añil del cielo y el blanco de las nubes reflejas sobre los pozos y las corrientes del río.
Alelados, observamos el magnífico espectáculo. Estas aguas me parecen cristal líquido entintado con vino. Puedo entender perfectamente por qué lo han bautizado “el arco iris que se derritió”.
Este río colombiano tiene su origen en la serranía de la Macarena, localizada en el Departamento del Meta. Se caracteriza por una serie de corredores, cascadas y pozos, cuyas paredes y fondo rocosos, durante algunos meses del año, se cubren de Macarenia clavigera, planta acuática de color vino tinto, o verde intenso cuando no le da el sol. En algunos de estos pozos uno se puede bañar en sus aguas sorprendentemente tibias.
Durante dos días disfrutamos de diferentes parajes del Caño: Piscina Carol, Los Ochos, Piscina del Turista, Cascada los Cuarzos, los Pianos y la Cascada de la Virgen; no es fácil decir cual es más bello. El tercer día conocimos el caño Cristalitos, río igual de bello pero mucho más pequeño.
En el pueblo, caballos y mulas pastan apaciblemente en la plaza y en la iglesia hay un cuadro de la Ultima Cena, donde los apóstoles son representados por llaneros provenientes de diferentes regiones de Colombia, entre ellos un antioqueño con su “carriel”, un negro y un mulato.
Aquí se come buena carne y buen pescado. Con mazo y hacha un pescador nos “fileteó” un gigante bagre dorado, de 130 libras ¡exquisito!
Caño Cristales, bien vale la pena. Como dicen, es un “rio escapado del paraíso”.