MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

¡Yo soy Malala!

“Un niño, una profesora, un libro, un lápiz, pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”,

Estas  sencillas, pero impactantes palabras las pronunció recientemente, ante la Asamblea de Naciones Unidas, la niña Malala  Yousafzai.

Ella es una, de los 30 millones de niñas del mundo, a las cuales se les niega su derecho a educarse por ser mujeres, por motivos religiosos, políticos, de tradición, o por simple estupidez.

Malala nació en Pakistán, en el seno de una familia musulmana, perteneciente a la etnia Pastún. Su padre, poeta, educador y activista convencido de la importancia de educar a las niñas, le dio a su hija el nombre de una importante poeta y guerrera, Malalai de Maiwand.

Lejos estaba el padre, al nombrar a su hija, de comprender cuán pronto ella se convertiría también en una “valerosa guerrera”, capaz de enfrentar la prohibición de los talibanes de dar educación a las niñas y de llevar su batalla a los medios y a las organizaciones internacionales, con más fuerza y ahínco que cualquier adulto, sin atemorizarse por las amenazas contra su vida.

Ya desde el 2008, cuando Malala tenía escasos once años, en una reunión ante el Club de Prensa de Peshawar a la que asistió con su padre, manifestó: “¿Cómo se atreven los talibanes a quitarme mi derecho básico a la educación?”.

A partir de ese momento su activismo se manifestó a través de entrevistas radiales, charlas y escritos sobre su permanente lucha y la de otras niñas, las cuales arriesgan su vida a diario solo por ir a una escuela, por leer un libro, o por tratar de obtener una educación.

A medida que su prestigio se acrecentaba, se agrandaba también el odio de los talibanes hacia ella. El 9 de octubre de 2012 un hombre enmascarado subió al bus donde la niña regresaba de presentar un examen y, luego de gritar: “¿Quién es Malala?”, le disparo hiriéndola en cabeza, el cuello y la espalda.

Hoy, después de haber perdido parcialmente la audición y milagrosamente  repuesta de sus demás heridas, se ha convertido en el símbolo de la lucha por la educación de 57 millones de niños y niñas del mundo que no tienen acceso a ella.

Gordon Brown, exprimer Ministro británico, y enviado especial de Naciones Unidas para la Educación, manifestó: “Yo soy Malala” y pide que, con esta frase, todos seamos una extensión de esta valerosa jovencita y exijamos a cada gobierno un mayor activismo en promover la educación para todos los niños.

Malala pide que nos tomemos una foto con una mano alzada y la coloquemos en cualquiera de las redes sociales, Facebook, My Space, YouTube, etc., dirigida a la ONU, demandando que la educación sea considerada una prioridad de esta Organización y todas las organizaciones humanitarias del mundo.

¡Yo soy Malala! Me uno a esta campaña y los invito a ustedes a unirse, a multiplicar esta voz. Educar una niña o un niño es hacer patria, es hacer un mundo mejor.