MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Julio de 2013

Estamos hastiados, como los brasileños

 

Los brasileños se hastiaron de la corrupción de su clase dirigente, de la corrupción rampante en todos los estamentos de su patria, de la falta de servicios de salud eficientes, del bajo presupuesto asignado a la educación, de la pésima infraestructura, del gasto excesivo exigido por los directivos del fútbol para preparar el país al Mundial de 2014, del descuido con el medio ambiente; en fin, se HASTIARON, así, con mayúscula, de las mentiras y los excesos, y han tenido el valor de salir a las calles a protestar.

¡Y qué protestas! Casi paralizan el país; lástima de los actos de vandalismo ocurridos, pero, ¡valga Dios, que se les llenó la copa! Y, cuando un pueblo se siente tan frustrado y engañado, es difícil de controlar.

Quiero decir a los brasileños y todo el que quiera oírme, los colombianos nos sentimos igual de HASTIADOS, en mayúsculas también.

 

Estamos hartos hasta el cogote de la corrupción y las mentiras de nuestros congresistas, gobernantes y contratistas del Gobierno, de los encargados de la salud y las obras públicas, la educación y la agricultura. La falta de previsión, el robo constante, el descuido y abandono de nuestras riquezas naturales, la impunidad general. Lo peor, del secreto con que se negocia nuestro futuro, no solo en La Habana con las Farc, sino en todo sentido.

El ciudadano común no se entera ni de la mitad de lo que se hace a sus espaldas. Todos vemos desaparecer la plata que pagamos en impuestos entre los bolsillos de ladrones, electos para servir al país, no para robarlo.

¿A quién acudir? Los partidos se han convertido en agrupaciones clientelistas, que siguen caciques, no ideas, incapaces de ejercer liderazgo u oposición, demandar cuentas o respuestas. Los políticos se han convertido en “ordeñadores” a ver quién le saca más a su posición, a su puesto en el Gobierno, en el Congreso.

 

La pelea entre las altas cortes de país las desprestigia y debilita su capacidad de respuesta a los enormes problemas que tiene Colombia en esta área. ¿A cuál magistrado creerle? Nos preguntamos. Se ha politizado la cúpula de la justicia de una manera peligrosa para su eficacia e imparcialidad.

Como los brasileños, estamos hartos del alto porcentaje de congresistas, lo mismo que un buen número de gobernadores y alcaldes, inclusive el de Bogotá, que están acusados ante la ley, por toda clase de crímenes, irregularidades y desfalcos, pero siguen en sus puestos tan campantes. Estamos saturados de fiscales ineficientes que dejan libres a los criminales, como sucede a diario y acaba de ocurrir en el caso del asesinato del agente de la DEA en Bogotá.

 

¡Que nos sirva de ejemplo Brasil! Ojalá en Colombia surja un líder, o una líder, quizás alguien joven, insatisfecho y hastiado con lo que ocurre, capaz de convocar a la sociedad y llamar a protestas contra la corrupción que está carcomiendo las entrañas de nuestra patria, o es que ¡Ya nada nos importa!