Desligarlo de Venezuela y Cuba
Para que las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc sean vistas por la población colombiana sin ese temor latente y presente que existe, sin la inmensa desconfianza que ronda cada espacio del país y cada estamento de la sociedad, esas negociaciones deben desligarse, cuanto antes, de la influencia e interferencia de Venezuela y de los hermanos Castro en Cuba.
Para la tranquilidad de todos los colombianos esas negociaciones se deben trasladar a una nación de amplia y probada trayectoria democrática, como es Noruega y su capital Oslo, donde se llevaron a cabo algunas de las conversaciones iniciales.
Nadie puede negar que uno de los factores restadores de credibilidad de estas negociaciones es su apalancamiento por una reconocida dictadura, como es la de los hermanos Castro y por un régimen que, hasta el momento, carece de legitimidad, como es el de Maduro en Venezuela. Hasta no cumplirse el recuento de los votos de las últimas elecciones venezolanas, esas elecciones están impugnadas por razones y pruebas contundentes contra su legitimidad.
Colombia, al permitir el desarrollo de las mesas de negociación en La Habana y el acompañamiento del Gobierno de Chávez y ahora de Maduro, se ha convertido en rehén de dos regímenes que están lejos de ser baluartes de paz o democracia. Al contrario, hoy no se vive en paz en Venezuela, hoy allí solo se vive zozobra y represión, en sus pueblos, en sus calles, en su misma Asamblea Nacional, donde se trata de silenciar a los opositores a punta de trompadas y patadas. ¿Cuántos muertos ha habido en el último mes en Venezuela? Y qué decir de la dictadura más antigua del continente. En Cuba no existe la mínima semblanza de democracia. En la isla se restringen todas las libertades desde hace décadas.
No, Cuba y Venezuela no son los mejores garantes del proceso de paz colombiano. Estos regímenes han sido y continuarán siendo los grandes aliados y defensores de la narco-guerrilla colombiana. Bien sabemos cuál es su agenda y que quieren sacar de este proceso.
Lastimosamente hemos visto al presidente Santos hacer el papel más impensable ante los hechos recientes ocurridos en Venezuela. Lo vimos haciendo guardia ante el féretro de Chávez, el gran aliado de los asesinos de las Farc. Lo tenemos respaldando el ilegitimo gobierno de Maduro. Lo oímos, manso como una paloma, (algo que no es), cuando Maduro llamó “asesino” al expresidente Uribe, de quien él, Santos, fue ministro y a quien le debe la Presidencia.
Tenemos entonces un Presidente rehén del régimen venezolano. Dispuesto a servir de lacayo a ese régimen con tal de que lo apoye en el proceso de Paz en La Habana. Que mal negocio estamos haciendo los colombianos.
Insisto, las Negociaciones de Paz se deben desligar de la influencia cubana y chavista. Si las Farc realmente desean de paz, no debe importarles donde se lleven a cabo las negociaciones.