MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Diciembre de 2012

El nuevo aeropuerto de Bogotá

 

Por  fin, después de esperar décadas un nuevo aeropuerto para Bogotá, capaz de darnos, a los colombianos y a los extranjeros que nos visitan, una cordial bienvenida a nuestra llegada a la ciudad, se llegó el momento esperado hace unos meses.

La pinta exterior del nuevo Eldorado es bella, moderna y dinámica. No deja nada que desear, comparado con los de otras capitales suramericanas.

El personal que trabaja en el aeropuerto, los policías montados en sus aparatos de dos ruedas con uniformes impecables, los de información, los de la Aerocivil y todos los demás con quienes tuve contacto, son amables y bien entrenados.

Hasta ahí lo bueno. La primera vez que usé el nuevo aeropuerto fue a mi llegada de un viaje; extrañé los portamaletas que ayudaban a los viejitos, a los que llegan con niños, a los inválidos, en general, a todos los que no pueden manejar las maletas con facilidad. ¿Por qué habían desaparecido? Dicen ellos que porque ya no pueden entrar a la zona de la aduana. ¿Por qué, si lo han hecho desde que el aeropuerto existe? Siempre bien presentados y amables ¡Son indispensables! Para un país que necesita crear empleos, me parece absurdo suprimir estos.

Luego atravesé la avenida de acceso para pasar a los parqueaderos. Resulta que al cruzar al otro lado para llegar a nuestros carros, ¡trancamos el tráfico! Aparentemente a los arquitectos se les olvidó hacer un puente o túnel peatonal para que esto no ocurriera. Así que los trancones en el  nivel  de llegada son “machos”.

Otros problemas. Los baños de mujeres estaban sucios, las canecas atiborradas de papeles y mugre, un secador de manos ya no funcionaba.

Donde hay enchufes eléctricos había gente sentada en el piso recargando sus teléfonos y computadores. ¿Por qué no hay centros electrónicos donde se puedan recargar sus equipos sentados, sin  tirarse al piso?

Por todo el aeropuerto se ven losas del piso ya rotas, pero lo peor es en el tercer piso, en las puertas de abordaje, el empate entre las alfombras y las baldosas quedó mal hecho. Las alfombras no solo ya están cochinas, sino que se están desbaratando y su empate con las baldosas está desenhebrándose y manchado por una goma rosada que parece de chicle. Algo verdaderamente horroroso.

El ascensor del segundo piso al tercero, que sube al restaurante Crepes y Wafles, ya está dañado, así que la subida con maletas fue casi imposible, tampoco la espera por la comida, que tardó más de media hora, dizque  la cocinada del huevo de una crepe bretona era lenta. Después, el tinto también se demoró y la cuenta también, porque el computador no estaba funcionando.

Estas críticas tienen el oficio de alertar a quien corresponda, pues si las cosas están tan deterioradas a solo pocos meses de estreno ¿qué podemos esperar en un par de años? Vamos a ver quién responde por esto.