Lealtad superior
Humanidad del Presidente
Y se acabó la campaña por el Congreso y como lo mencioné en alguna columna escrita mientras recorría las calles, me encontré con una ciudadanía furiosa. Gente de todos los estratos económicos y sociales que comparten un mismo sentimiento: la frustración.
En esta campaña tuve la fortuna de reencontrarme con personas del pasado que hacía mucho tiempo no veía y de conocer gente valiosa y valiente que ha venido en estos últimos años trabajando por el país. Es un equipo de un altísimo nivel y entrega total, se caracteriza por la impecabilidad, esa habilidad tan esquiva de ejecución perfecta. Y en esa aventura de campaña tuve la oportunidad de conocer al presidente Santos. No siempre, o mejor casi siempre la noción de una persona del nivel de un Presidente se tiene a través de las noticias y las versiones de terceras y cuartas personas. Por eso creo que es importante acercarse al ser humano que habita esa emblemática institución que es la Presidencia y quiero compartir mi percepción de un hombre justo, equilibrado, amable y preocupado por el país.
Y para hacerlo es imposible no pensar en su gran opositor y compararlos. Creo que la gran diferencia entre el senador electo Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos es el ego y la intención que lo mueve. Uribe como Presidente se obsesionó con trabajar, trabajar y trabajar para ser visible, admirado y alabado en aras de llenar su ego. Por el contrario, el presidente Santos no tiene esa motivación de mostrarse y ufanarse porque su afán consiste en gerenciar con eficiencia un país indomable a través de un equipo que responda a su demanda.
Al Presidente lo critican por parecer distante, pero lo cierto es que tiene claro qué hacer y cómo hacerlo y está concentrado en eso. Su opositor, Álvaro Uribe, herido en su ego hace 4 años, ha acusado al presidente Santos de traidor y desde su trinchera de guerra inocula miedo al país sobre una información que no es cierta.
Santos fue leal a sí mismo y a su visión política, claro que hizo la guerra desde el Ministerio de Defensa, pero no hay un solo colombiano/a que quiera permanecer en conflicto por los próximos 50 años. O tal vez sí, Uribe y su candidato-títere actual. En mi posición crítica como lo fui del gobierno de Uribe, considero que no hubo la tal traición sino un profundo nivel de compromiso, responsabilidad y lealtad con un ser superior a Uribe, es decir, el país y sus 40 millones de habitantes. Esa creo que es una lealtad superior, que merece admiración y oportunidad de terminar la tarea que tanto anhelamos los colombianos y colombianas, que no es otra que la terminación del conflicto.