MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Diciembre de 2013

La paz de 2014

 

Con  el cese el fuego unilateral declarado por las Farc se reitera la esperanza de la llegada de la  paz a nuestra tierra. El año pasado también fue decretada y, sin embargo, la guerrilla realizó siete ataques, principalmente perpetrados en el Cauca. Y claro, un nuevo cese produce escepticismo en la opinión pública. Es obvio, si hay algo en extremo difícil en la vida es volver a confiar, creer que es posible que las palabras de la contraparte se puedan volver una realidad.

Las voces de retirada de la mesa de negociación se oyen con más fuerza. Muchos en esta época de elecciones fortalecen el discurso guerrerista alineándose con ese personaje sanguinario que todos/as los/as colombianos/as llevamos dentro. Es que la venganza es más fácil que construir procesos de paz.

La pregunta reiterativa es cómo queremos que la siguiente generación de ciudadanos/as viva, ¿en paz o en guerra? Para muchos lo obvio es tratar de acabar a punta de bala con las diferencias porque consideran una pérdida de tiempo sentarse a tratar de entender los argumentos de la contraparte, pero como siempre lo he afirmado desde este espacio, es más sencillo ser partidario de la guerra y opinar de ella desde la carrera séptima con calle 72 en la comodidad de un restaurante, que tratar de comprender las complejidades sociales que la alimentan desde la lejanía de los campos y montañas colombianas.

Escribo esta columna porque mi hijo de cinco años en un tono muy serio y conmovedor me preguntó, ¿mamá, por qué se forman las guerras? Y no se me ocurrió nada distinto que decirle porque había mucha gente que no lograba ponerse de acuerdo, entonces en lugar de buscar opciones inteligentes para hacerlo, preferían matarse. Es una explicación sencilla como dicen los psicólogos que hay que responderles a los/as niño/as, pero en extremo dolorosa, porque denota la incapacidad para resolver los conflictos y la escogencia de la violencia sobre formas más civilizadas de resolución de las dificultades.

Ojalá que los diálogos continúen, que haya paciencia y determinación en seguir con el proceso de construcción de una paz negociada. Habrá que perdonar, pero qué proceso en la vida no implica que de por medio se incluya la generosidad del perdón. Así las cosas, ojalá a los niños/as de hoy, los adultos de hoy, podamos enseñarles que somos mucho más inteligentes para resolver las diferencias y que podemos ser más creativos en la construcción de formas de convivencia armónica que en la creación de armas para reventarnos la existencia. Mientras eso sucede, Feliz Año Nuevo.