MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Agosto de 2013

Siembra diaria

 

La  cosecha siempre es obligatoria. Aunque sembrar no lo sea.  En realidad nos pasamos la vida sin darnos cuenta de que en cada experiencia cotidiana se están sembrando los resultados del futuro.

En este sentido, cuando el tiempo de recoger llega, es necesario desplegar el nivel máximo de conciencia para hacer esa tarea con plenitud y armonía.

Pero sobre todo estar preparado porque en el tiempo de la cosecha se pueden presentar factores externos que a veces no tenemos en cuenta y nos desvían de nuestro deber. La lluvia, las tormentas, el agobio de la vida diaria, pueden convertirse en una variable que nos puede hacer tomar la decisión de no disfrutar o peor aún, de no terminar con la tarea. Y no hay nada más decepcionante que haber sembrado, regado y cuidado para luego no disfrutar de los buenos tiempos, de aquellos resultados correspondientes con el trabajo disciplinado del pasado.

Quería compartir esta reflexión con ustedes hoy que escribo desde otra latitud, y que me encuentro en el proceso de recoger mi propia cosecha con la obligación de hacerlo de manera fundamental alegremente. Pero como lo mencioné en un comienzo, la cosecha es obligatoria y hay que saber determinar el momento de la colecta y vencer las pruebas que a veces interfieren el camino del disfrute del deber cumplido, del proceso vivido. Hay veces que es necesario hacer caso omiso de situaciones que sin querer queriendo interfieren con el crecimiento personal e impiden que uno mismo se reconozca el valor, la perseverancia y empeño con el que se realizó la siembra. Nos pasa a menudo que les damos más importancia a los comentarios externos y los aplausos de afuera, que a los abrazos y golpecitos en la espalda que uno mismo se puede dar.

Si la cosecha no se recoge a tiempo suceden dos cosas, los frutos están verdes o se pudren, y cualquiera que sea el caso, arruinar la cosecha se constituye en un error importante. Día a día, con nuestras acciones, palabras y emociones hacemos una siembra que espera ser recogida en el futuro. Por eso es imprescindible estar alerta  viviendo el aquí y el ahora, para que en plena consciencia podamos visualizar el correspondiente resultado en el futuro. Cuando no hay nada sembrado, es evidente que no habrá nada por recoger. En tierras áridas y secas nada crece, por eso hay que saber abonar el camino, los caminos, cuidar la tierra y perseverar. Nunca es fácil y cuando el resultado positivo se avecina, a pesar de las dificultades hay que agradecer los frutos, saborearlos y volver a comenzar.