MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 19 de Agosto de 2013

Mamás maltratadoras

 

El maltrato infantil tiene secuelas de por vida.  Los adultos responsables del cuidado de los niños y niñas muchas veces no son conscientes de la transcendental tarea que tienen en su manos. Desde la concepción misma hay irresponsabilidad de muchas mujeres que piensan que un hijo les puede solucionar los problemas de sus vidas. Y cuando nace el bebé, y las tareas de la crianza sorprenden por el exceso de carga tanto física y emocional que se requiere para cuidar a un niño, es cuando se hace evidente la buena o mala actitud de la mamá. Una buena mamá muy en resumen por supuesto, se conecta de manera profunda con su hijo/a a tal punto que a pesar de que el pequeño/a no se puede comunicar con palabras, ella desarrolla con su instinto maternal un lenguaje sutil que le permite conocer y respetar las necesidades físicas, mentales y emocionales de su bebé. Pero una mala o regular mamá no se conecta y, por el contrario, la responsabilidad le desespera. Puede atender bien al niño, pero de manera mecánica sin entregar su amor. Esa entrega es sutil, imperceptible para el resto del mundo, menos para el principal implicado que es el niño, quien sabe si su mamá lo ama o no. Y en caso de ser negativo, esa es una gran tragedia para el resto de la vida, porque el amor de la mamá es la gran pauta que determinará su destino.

Esta reflexión la hago con base en el estudio reciente de Medicina Legal acerca del maltrato infantil en lo que va corrido del año. La cifra más preocupante, además de los 3.237 casos de maltrato físico, es que el 61% de las agresiones registradas en contra de los niños/as son cometidas por las mamás. Eso es muy grave, porque el maltrato psicológico y físico que se produce de manera reiterativa durante los primeros años de vida genera unas secuelas muy complejas.

Creo que aparte de los casos graves, vivimos en una cultura que acepta socialmente los golpes de la mamá. Uno oye muchas veces que la gente dice, “mi mamá me pegaba, pero yo me lo merecía”. Y va uno a ver y resulta que no. Cada golpe se queda grabado y luego se transforma en conductas emocionales dolorosas y lo peor es que la gente nunca logra conectar el evento del maltrato en la infancia con sus problemas en la edad adulta. Y si eso pasa con la mayoría de los niños en una sociedad como la nuestra, quiere decir, que el futuro desde este presente, se ve grave.