MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Junio de 2013

Fuera Petro

Cuando  escribí  mi columna “Revocatoria para Petro”, publicada en este periódico el 29 de octubre de 2012, era remota la posibilidad de que alguien se pusiera la camiseta para emprender el proceso revocatorio.

El día de la publicación de la columna, muchas personas me comentaron que era muy poco probable que se lograra recoger las firmas y que en caso de que se venciera ese reto, sería imposible lograr la votación suficiente para revocarlo.

Estoy de acuerdo. Se necesita un total de un millón doscientos mil sufragios y la mitad más uno de estos, debe votar por el sí.

Pero como siempre el tema de fondo es si Petro se merece salir de la Alcaldía de Bogotá “despedido” por sus gobernados.

El Alcalde es como un gerente empresarial contratado para que según su criterio oriente las políticas públicas más convenientes para la ciudad. Y la verdad es que Petro ha sido un pésimo gerente. No sabe para dónde va y por lo tanto como a un mal gerente, la Junta Directiva tiene el derecho y el deber de despedirlo. Por lo tanto, nosotros como habitantes de esta ciudad estamos en la obligación de revocarle el mandato por varias razones: incompetente, falta de preparación, improvisación y por ende, carencia absoluta de resultados.

La ciudad está  trancada y sucia, no hay policías en las calles, no se ven obras, los caños no se han limpiado en preparación a la próxima ola invernal, hay grafitis en toda la ciudad, los separadores tienen el pasto alto y sin cortar, no hay bibliotecas nuevas, no ha cumplido con el primero de los mil jardines que prometió, nunca explicó de qué se trataba la política del amor, le hundieron afortunadamente el POT en el Concejo, se le atravesó a la Avenida Longitudinal de Occidente y ha generado el retroceso de la ciudad en su mandato.

Creo que la ciudad castigó en un muy mal momento el modelo de ciudad del alcalde Peñalosa. Mientas en Europa y el resto de Latinoamérica entienden la visión única del exalcalde, nosotros nos indignamos porque le dio relevancia al espacio público como elemento democratizador de la convivencia entre unos y otros. En contra de ese modelo está Petro, quien tampoco tiene una idea clara de ciudad, sino la improvisación irresponsable de políticas públicas.

Por todo esto tenemos el deber de despedir a Petro. No logró hacerlo bien, y por nuestro bien, es mejor darle un mensaje claro a este y a futuros alcaldes, si no sirven y no cumplen, quedan despedidos.