MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Marzo de 2013

A Orar

“Humildad, virtud que parece sobrarle a Francisco”

Todo se ha dicho y habrá que esperar. Que es argentino, que es jesuita, que la iglesia va a cambiar. Lo cierto es que solo el tiempo permitirá comprender cuál será el rumbo que tomará el catolicismo con la llegada de Francisco.

Lo que sí es claro es que frente a temas como el aborto, la eutanasia, los anticonceptivos, el matrimonio homosexual y el celibato de sus sacerdotes no habrá modificaciones. Esos son valores que la Iglesia no va a revisar, porque son sus creencias y las personas que no estén de acuerdo con estas posturas tendrán que aceptarlas para seguir perteneciendo al catolicismo o buscarse otra religión.

Lo que sí parece que puede cambiar es el propósito que tiene la existencia de un Papa que consiste en acercar a sus feligreses a Dios. El fin último de las religiones debe ser el de ayudar a que el alma regrese al hogar sagrado. Todas las religiones y senderos espirituales,  sin excepción, abogan por el mismo fin. Algunos pregonan que hay reencarnación, mientras que la Iglesia Católica cree que solo hay una vida, ésta, en la que estamos, una sola oportunidad para hacerlo bien y llegar al reino de los cielos. Sin embargo, la Iglesia Católica -como muchas otras- ha generado una burocracia con un sinnúmero de intermediarios que estropean este camino de crecimiento espiritual. Pues bien, Francisco puede llegar a organizar la parte humana de la iglesia, el Banco Vaticano, los enredijos del poder en la curia romana y hasta hacer una limpieza de los curas pederastas, pero lo que parece que puede ser absolutamente revolucionario en este nuevo papado es el de lograr hacerle entender a la gente, el propósito de una vida espiritual. Y esto se logra a través de la humildad y su ejemplo.

La primera muestra que evidencia lo anterior fue la de pedirle a todos los asistentes a Plaza de San Pedro que oraran por él para que su pontificado sea acertado. Si, Francisco fue humilde porque se hincó ante la gente suplicando por su oración, y salvo con el alarido destemplado de una o dos mujeres, la multitud se silenció y oró.

La oración profunda, meditativa, reconecta al espíritu con Dios. Y para orar hay que tener humildad y esa virtud parece sobrarle al nuevo Papa. Se fue en bus, pagó su cuenta de hotel, y salió ante la multitud vestido únicamente con una túnica blanca, muy sencillo, muy distinto al pasado y sobretodo, sin tanta parafernalia.