MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Diciembre de 2012

Dificultades
Termina el año. Como siempre ocurre, los días van y vienen, el tiempo se esfuma, la vida se acaba. Vivimos pequeñas muertes y también pequeñas resurrecciones casi sin darnos cuenta del aprendizaje implícito que trae cada experiencia. Muchas veces las asumimos con soberbia, ese pecado tan elegante y que hace que disfracemos nuestras verdades con tal de no caer en la miseria que implica desenfundar la realidad interna.
Sin embargo, cada resurrección es el anhelo de nuestra alma que aspira a que nuestra mente se conecte con la verdad y nos permita enrumbarnos con el propósito y misión de nuestra vidas.
Es que el alma y la mente son entidades completamente diferentes. La primera está llena de verdades y la segunda es experta en el engaño, no en vano por eso la llaman folclóricamente la “loca de la casa”; cuando nos rehusamos a comprender las enseñanzas de la vida es porque en la mayoría de los casos la mente nos engaña y distrae de la tarea que hay que emprender.
Por eso ahora, que la gran mayoría de seres se conectan con la finalización de un ciclo y la añoranza de la llegada de mejores momentos, es importante decidirse por aceptar las dificultades como una oportunidad de crecimiento y redención. Es imperativo aprender a darles trascendencia a las pequeñas experiencias; nada ocurre en vano, todo tiene un propósito y si se activan las antenas intuitivas para comprender el lenguaje sutil que nos habita y habita a los otros, entonces podemos descubrir un sinnúmero de mensajes que la vida nos trae a diario. De otro modo, se termina existiendo de forma automática, levantándose a diario a trabajar, viendo crecer la familia sin conectarse en realidad con cada ser que la integra, llegando al anochecer a ver televisión y durmiendo en la espera de la rutina diaria, mensual, anual.
Pasan los años y con el tiempo que corre vale la pena evaluar los cambios que hemos hecho en nuestro interior, los miedos que hemos logrado vencer, las situaciones que con determinación hemos vencido o, por el contrario, las tareas pendientes que tenemos con el objetivo de alcanzar ser una mejor versión de nosotros mismos.
Acaba el año y con él se van las malas noticias, las buenas también, llega por un instante muy breve la esperanza de que todo va a cambiar, pero esa es una gran mentira de la mente. Los buenos propósitos solo son efectivos si ponemos un empeño decidido y valiente en lograr que en cada muerte y resurrección diaria alcancemos un mejor estadio interior.