Isla abandonada
Hace una semana comenté en esta columna que había tenido la oportunidad de estar en San Andrés en el mes de octubre. Hacía más de 15 años quizá, que no iba a la isla, y recuerdo muy bien que la última vez que salí de allí sentí desagrado por las condiciones tan precarias del lugar. El aeropuerto era desastroso, el agua no se podía tomar, las calles inexistentes, en fin, la infraestructura en general era muy desagradable.
El día que llegué a la isla iba decidida a tener un tiempo breve de sentarme en la playa y contemplar las olas, caminar un rato entre el vaivén del océano, con toda la pinta, por supuesto. Eso se nota a leguas. Puede que no de turista porque ese no era el plan, pero sí de extraña en esas tierras. Y eso se advierte. Pues bien, me encontraba inmersa en mis pensamientos, encerrada en mis propias reflexiones, cuando se me acercó un lugareño y me susurró demasiado cerca para mi gusto y comodidad un “¿quiere que le consiga un muchacho para que la acompañe?”. En medio de mis pensamientos esa frase no cuadraba, confundida regresé del plano medio meditativo en el que me encontraba, observé al hombre y con una sonrisa que reflejaba un tanto de amabilidad y mucho de miedo le dije “no, gracias”.
El hombre que tenía un portafolio amplio, no solo de servicios sino de productos también, me sugirió que si se me antojaba algo para “consumir” él también estaría dispuesto a “colaborarme”. Ya un tanto hastiada y con menos miedo, le manifesté un rotundo no y me retiré. Por supuesto la escena medio romántica conmigo
misma se terminó y regresé resignada a mi hotel.
Todo esto ocurrió a las tres de la tarde en la playa repleta de gente, de niños y niñas, de turistas y extranjeros.
La pobreza viene acompañada de muchas cosas indeseables. San Andrés como Cartagena se ha convertido en un destino turístico sexual. En sus playas se comercializa el cuerpo de niñas, niños, mujeres y hombres. El expendio de drogas es una realidad social muy grave y las perspectivas de crecimiento y desarrollo
económico y social, no van a cambiar porque el Presidente, comitivas y medios de comunicación se planten en la isla por 48 horas. Que el fallo sirva para tomar conciencia gubernamental y cambiar la actitud frente a la isla, frente al mar.