MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Octubre de 2012

¿Perdonaremos?

 

Al aceptar sentarse con las Farc, el Gobierno y el país las reconoció de nuevo como interlocutor político válido en el conflicto colombiano. Esa aceptación es una realidad que le cuesta a la gran mayoría de colombianos/as por las heridas que todavía sangran. La dificultad de este proceso radica de una parte en que la guerrilla y en especial sus comandantes, prefieren la muerte antes de reconocer las atrocidades cometidas en contra de la población colombiana y de otra, el Gobierno en cabeza de su equipo negociador, tendrá que echar mano de toda su capacidad de paciencia para no perder el ingrediente fundamental en este proceso: la confianza.

La guerrilla no reconoce sus pecados porque prefiere justificar sus acciones en las injusticias del establecimiento colombiano. Para ellos, la guerra ha existido por culpa de la oligarquía, el modelo económico, la inequidad social, el capital privado y extranjero y un largo etcétera.

Por eso cuesta tanto oír las palabras de Iván Márquez. Un discurso un tanto forzado sobre todo para las expectativas que tenía primero el país, segundo la comunidad internacional y tercero la propia guerrilla. Sus palabras fueron demasiado elaboradas, con un contenido de lo mismo que hemos oído siempre y sobre todo, cargado de una energía que genera desconfianza. Pero era de esperarse una actitud moderada por parte del Gobierno y una altiva de la guerrilla.

Al final si hay paz o no, la pregunta para resolver en el desarrollo de este proceso es si estamos dispuestos a perdonar, a avanzar, a reconciliarnos. Pero para perdonar es fundamental entender qué fue lo que pasó y que cada parte tenga la dignidad y respeto por el otro, que pueda reconocer sus equivocaciones. El perdón de palabra es efímero y mientras las Farc no se sintonicen con esta nueva oportunidad histórica que les ofrece el Gobierno nacional, seguirán empantanadas en sus discursos, creyéndose sus propias mentiras.

Lo positivo es que del lado de la gran mayoría de colombianos, sabemos y tenemos claro que la euforia por el proceso debe ser mesurada. Y todos aquellos que tienen en sus manos un medio de comunicación deben ser en extremo responsables con las opiniones que se emiten. Por mi parte, me aferro con fervor a la esperanza de ver este país en paz, pero con los pies bien puestos sobre la tierra y convencida como lo dijo Ingrid Betancourt en su última entrevista en El Espectador y es que entre la opción de perdonar ahora y esperar otras tres generaciones para hacerlo, prefiero hacerlo ahora.