Discriminación religiosa
Tal vez una de nuestras peores tragedias como sociedad es la intolerancia que se manifiesta a través de diferentes formas. Una de ellas es la discriminación, que consiste en que si el otro es diferente a mí, entonces lo rechazo. Claro ejemplo de esto sucedió la semana pasada cuando el partido-religión MIRA no permitió que en el púlpito de su iglesia hubiera un líder con una limitación física.
Colombia es un país que sufre endémicamente de intolerancia. De ahí surge la gran mayoría de nuestros males y, de manera fundamental, la violencia.
Discriminar es la expresión máxima de ignorancia. En su comentario, la señora Piraquive, líder del partido-religión en cuestión, afirma que una persona a la que le falta una extremidad no tiene presentación en la congregación porque esa limitación es significado de la existencia de una carencia, que seguramente no es símbolo de poder. Y en el fondo, el mecanismo más efectivo de las religiones para la dominación de sus feligreses es a través del miedo. En el caso del partido-religión MIRA, el poder parece ser ejecutado por medio de la inoculación de este sentimiento a través de la cancelación de plegarias, expulsión de la iglesia, satanización del otro/a por sus preferencias sexuales y, ahora, por las diferencias en torno a la apariencia física.
Siempre he afirmado que las religiones son el kindergarden de la espiritualidad porque para acceder a Dios no se necesitan de intermediarios. El poder para hacerlo se encuentra en el interior de cada quien.
A los líderes de las distintas religiones siempre les ha gustado la política como una forma adicional de su poderío, lo cual demuestra la humanidad latente en estas organizaciones que anuncian la "tierra prometida", pero que a cambio de un pedacito de parcela en ese lugar espiritual, arrancan de sus feligreses los diezmos, las ilusiones y anhelos sin ningún tipo de vergüenza. Sin lugar a dudas una mezcla fatal es la de las religiones y las organizaciones políticas, porque terminan en eso, en una cantidad de seres dominados por el miedo que caminan como borregos detrás de otros que, como vampiros, se alimentan de ellos.