NO podía iniciar peor el último trimestre del año para la economía colombiana, la confianza en el país y la percepción del Gobierno.
Quedan menos de 90 días para intentar recomponer al menos un poco las cargas que lleva a cuesta el Ejecutivo.
Le van mal a la industria, al comercio, al consumidor, a los tenderos, a los hogares, regular a los exportadores y a importadores.
El sistema financiero, a su vez, sigue ganando utilidades en un entorno complicado para usuarios de crédito que incumplen el pago de obligaciones porque no tienen de donde echar mano.
Hay plata en los bancos, pero no circula mucho. Las gentes temen endeudarse, se abstienen de comprar con tarjetas de crédito y muchas familias entraron en mora ante las afujías de los gastos mensuales.
Habrá liquidez en el mercado para cierre de año aunque las empresas, en su mayoría, ya cumplieron programas de inversión.
Los hombres de negocios comienzan por esta época a recoger cartera para pagar proveedores. Incluso, se hacen préstamos entre empresas para atender compromisos de fin de año y atender el pago de nómina, primas y comisiones.
En octubre, la confianza de los hogares y de los productores no es peor frente a hacer un año, pero sigue siendo negativa.
La incertidumbre de los colombianos se acentúa por el aumento del desempleo y lo difícil que es hoy conseguir trabajo estable y bien remunerado.
Mientras tanto los centros comerciales liquidan inventarios con el pague uno y lleve dos, adornan vitrinas con el Halloween y ya venden artículos de navidad.
El clima de negocios no despeja y sigue influenciado por un relativo pesimismo relacionado con carga de impuestos, costos financieros, caída en ventas, pedidos y facturación.
El desanimo de los consumidores marca la mala racha de la economía este año. El comercio incentiva con descuentos de hasta 40% en un intento por atraer compradores.
Entre tanto, los hogares son medidos a la hora de ir de compras debido al nerviosismo que sienten por el futuro cercano, el pobre desempeño de la economía, los costos del crédito y el aumento de los precios por cuenta de mayores impuestos.
La principal preocupación de los colombianos es el desempleo y la carencia de un ingreso justo y digno para llevar comida a casa, pagar arriendo, servicios públicos, educación y salud.
El incremento de la informalidad seguirá siendo la constante si el Gobierno y sector privado no armonizan esfuerzos que permitan crear nuevos empleos, abrir empresa e impulsar la inversión productiva.
A los más pobres no les queda de otra: seguir explorando una oportunidad laboral que dignifique y mejore su calidad de vida en una sociedad donde cada año son escasos los ricos y demasiados los necesitados.
La inequidad en renta, la poca democratización de la propiedad, la injusticia en el derecho al trabajo, la riqueza en manos de unos pocos y la miseria a cargo de la mayoría, calan en el escepticismo y temor de los ciudadanos.
A la economía le sigue yendo mal este octubre, al país peor. Al Gobierno, pocos le creen.
Escándalos de corrupción, justicia lenta y poco digna de crédito empeoran el escenario.