A Dios lo que es de Dios
Aunque el Papa Francisco ha querido llevar a la Iglesia Católica por unos caminos de humildad, quedan algunos pocos sacerdotes llenos de soberbia que son el descrédito de la Institución.
Como apóstoles que son de Jesucristo tienen la obligación perentoria de orientar a su rebaño en el camino del amor. Pero estos pastores, aprovechándose de su liderazgo, motivan a sus feligreses a desconocer el respeto y convivencia de la comunidad en la cual viven.
Las ovejitas que acuden a sus prédicas se dejan engolosinar con sus palabras, las cuales pregonan poniendo el nombre de Dios como escudo. Como dice el adagio popular, hay unos que se creen más papistas que el Papa.
Estos sacerdotes sólo nos recuerdan épocas en las que el Papa era la suprema autoridad religiosa que coronaba al Emperador, y que se convertía también en jefe de los estados pontificios, pues actuaba en sus territorios como un monarca feudal.
Estos soberbios que imploran el nombre de Dios debieran recordar las palabras de Jesucristo: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre Celestial”, es decir, amar, respetar al prójimo y no hacerle mal a nadie.
Un consejo a estos sabios de la arrogancia: practicar las enseñanzas de Jesucristo en las que advierte se deben respetar las leyes humanas. Recordemos cuando algunos fariseos le enviaron discípulos suyos a decirle: “Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te importa nada el qué dirán. Dinos tu parecer: ¿Es lícito pagar el impuesto al César o no? Jesucristo respondió: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.