Lunes, 6 de Junio de 2016
El infierno, un paraíso
Gloria Álvarez, politóloga de la Universidad de Guatemala, y Axel Kaiser, escritor y columnista de Chile, acaban de publicar una extraordinaria obra titulada “El engaño populista”
Nos llevan en un viaje imaginario, por diversos momentos, en los cuales los ciudadanos, pueden aliarse con unos populistas, que los dejen en una situación de pobreza, desabastecimiento, corrupción, privilegios políticos y recorte de derechos.
O también puede aliarse a unos dirigentes, con los cuales puedan construir una república, con un sentido común opuesto al populismo que ha prevalecido.
Suficiente ilustración encontramos en una maravillosa leyenda, en donde un hombre que abandona la vida terrenal, San Pedro le da el privilegio de escoger entre el infierno y el cielo.
En el cielo sólo encuentra unos ángeles silenciosos en permanente oración. Decide entonces conocer el infierno, allí reina la alegría, todos danzan y gozan al son de sonoras canciones y copas de licor.
Este hombre eufórico, le comunica a San Pedro que su decisión está echada por el infierno, pues allí será eternamente feliz.
Retorna al infierno, pero al llegar sólo encuentra exclamaciones de dolor. Sorprendido le pide al diablo explicaciones, entonces le pregunta ¿Por qué tanta alegría cuando visité este lugar, y ahora por qué tantos lamentos de dolor?
El diablo, entonces le responde con total cinismo: es que cuando usted nos visitó, estábamos en campaña política, ahora ya terminó y todo vuelve a su normalidad.
Nos advierten en esta obra, que en el mismo momento en que desaparecía el socialismo soviético, en América Latina empezaban a darse prácticas democráticas y participativas en gobiernos locales que prefiguraban el tipo de sociedad alternativa al capitalismo que queríamos construir. Y no solo prefiguraba la nueva sociedad, sino que al demostrar en la práctica que podían gobernar de forma transparente, no corrupta, democrática y participativa, prepararon las condiciones políticas para que en varios de nuestros países la izquierda accediese al gobierno por vía electoral.
Dejan en claro igualmente, la diferencia fundamental existente entre la tradición de la Revolución Francesa y la inglesa, es que los franceses y sus filósofos racionalistas creían que era posible construir un orden completamente nuevo desde arriba, destruyendo las instituciones que habían evolucionado por siglos.
Concluyen los autores, en que todavía hay esperanza. Es imprescindible cambiar el sentido común prevaleciente entre las élites y la población para hacer de las ideas liberal-republicanas un patrimonio cultural común.