Llegaron por Uribe en la mitad de la pandemia, cuando ya estaba minado el terreno firme del respaldo de la opinión pública, gracias a las cargas político-mediáticas de profundidad, que le movieron el piso. Este terreno lo sostuvo firme por casi 20 años. Hoy 2 de cada 3 colombianos no lo quieren. Por eso llegaron por él, cuando lo consideran suficientemente debilitado. Se olvidan que en política a nadie se puede dar por muerto.
Y no opino sobre la “justicia” porque resulta incomprensible. Es la misma que liberó a Santrich, que lo “protegió de la extradición”, que no lo consideró peligroso para la sociedad, que no ha visto el reclutamiento de niños, ni sabe de violaciones, que promueve diálogos con narcotraficantes disfrazados de guerrilleros y volvió delito político los actos terroristas. La que se ampara en “los derechos humanos”, pero sólo de algunos humanos. La misma que no hace respetar los derechos de las víctimas de la violencia, que ha permitido que se les burle el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación y que hoy podría aprender de la Corte Suprema de Estados Unidos, que indemnizará con 53 millones de dólares a los 3 contratistas norteamericanos, secuestrados por las Farc en 2003. Esas víctimas sí “están en el centro”.
En marzo de 2016 escribí, en este mismo espacio, a propósito de la detención de Santiago Uribe Vélez, sobre un plan sistemático contra Uribe, orquestado entre otros por la izquierda internacional. Afirmé, entonces, que uno de los propósitos era “tener en jaque al ex presidente Uribe, tratando de ocuparlo en su propia supervivencia y la de su familia…van por él. Hay que creerles a Diosdado Cabello y al abogado de las Farc, Enrique Santiago, quienes en declaraciones dadas a lo largo del proceso siempre han dicho que no hay inmunidad para los expresidentes y que van por Uribe”. Y llegaron por Uribe.
En julio de 2018, cuando anunciaron el llamado a indagatoria, recordé esta columna y como “la llamada a indagatoria a Álvaro Uribe, debilita a la bancada de gobierno en el Congreso, la distrae del objetivo de modificar los “acuerdos de paz” y pone en jaque al Presidente Duque, antes de posesionarse”.
Y ahora, después de dos años de gobierno, el presidente Duque está en jaque.
¿Se la juega toda por quien lo llevó con sus votos a la Presidencia? ¿Acepta el ofrecimiento del expresidente Santos de “trabajar todos juntos”? o ¿Decide gobernar con los postulados que lo llevaron al poder?
El itinerario político visualizado en el 2016 se viene cumpliendo al pie de la letra. Aseguré que el último de los propósitos, sería “la entrada en vigencia del revanchismo. “Porque si esto sucede antes de firmar el acuerdo ¿qué vendrá cuando entre en funciones un tribunal elegido con el guiño de las Farc? Comienzan con Uribe pero las cosas no paran ahí. Sigue Samper. Y después Santos. Y terminarán desenterrando mandatarios para juzgar sus restos. Es una locura de venganzas retroactivas. Entonces no tendremos ni siquiera la paz de los sepulcros”.
Es ingenuo creer que esta persecución no se les devolverá a esos políticos de mil caras, “compañeros de viaje” de quienes van hacia la toma del poder.
¡Que Dios nos tenga de su mano!