Listas | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Septiembre de 2019

Para hacer una lista basta poner a la cabeza un nombre reconocido en el ámbito mediático, para que arrastre, e ir rellenando las casillas siguientes con personajillos a los que algo se les deba o, en su defecto, con sujetos que busquen trepar. De eso se trata. Por eso muchos de estos candidatos a las elecciones que se avecinan, a sabiendas de que es otro artilugio más de nuestra cacareada meritocracia, le apuestan al baloto del voto, que la torta es buena, jugosa, grandiosa, con o sin mermelada.

Odio las listas. Con las entrañas y con la razón, desde que supe que el hombre había producido el monstruoso infierno llamado Auschwitz a partir de una lista. Y desde el afecto, porque de chiquita siempre estuve en la lista de las niñas diferentes, raras, extrañas, incomprensibles, y mi padre tenía que ir a mi rescate de tarde en tarde para salvarme con abrazos de mis dudas existenciales.

En esta Patria Boba donde nos gobiernan los remedos que estuvieron de primeros en la lista, estar en la lista o no estar en la lista ha reemplazado al dilema del Hamlet de Shakespeare: Ser o no ser. Lo de menos es ser. Hay que estar. Sin contemplar el cómo, el por qué y aún menos el para qué. Consideraciones obviadas porque con el golpe mortal asestado a las ideologías, por no hablar del infligido a los partidos políticos, a la hora de armar una lista es secundario que tenga un hilo conductor, un sustrato filosófico, una identidad o sentido.

En la Séptima vertebral, pero también en la deconstruida Avenida Sexta de la Cali de mis amores entrañables y, por supuesto, en la tórrida y caribe avenida Miramar, donde ahora resido, encuentro a los hijos de los padres y a los hijos de los hijos, a los viudos del poder, a grises exfuncionarios, a delfines sin mérito, a tránsfugas, a maromeros, a malabaristas y arribistas a granel, haciendo fila o saltándose la fila.

Aguafiestas que soy no dejo de pensar en Imre Kertész, quien en Yo, otro, al narrar la manera como sobrevivió a Auschwitz, escribió: “¿Es posible que a pesar de todo haya ido a parar al sitio equivocado por causa de mi inclusión en una lista equivocada?”.

Desvarío imaginando la manera como han puesto los nombres en ellas los dueños de las listas -porque las listas no son genuinas ni espontáneas, no son libres ni meritorias, son transaccionales, y me digo que la única lista que me interesa es la de las palabras que me estremecen: fuego, cuaderno, lagartija, libro, araucaria, vida, mango, sol, beso, pan, mar, montaña, lápiz, Momo, agua, Gabriela, hielo, alma, amor.