Lionel Moreno Guerrero | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Noviembre de 2015

Pobre barón de Montesquieu y pobre Colombia”

DESBARAJUSTE DE UN SISTEMA

Democracia de bolsillo

 

LA  base de las democracias occidentales es el equilibrio entre los tres “poderes” fundamentales de un Estado, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, tema sistematizado por el barón de Montesquieu en el siglo XVIII basado en el paradigma de la democracia, Inglaterra (no digo Gran Bretaña). Cada uno de estos poderes tiene su función y cuando alguno de ellos logra la primacía sobre los otros, la democracia tambalea. Vale la pena mencionar que el temor de Montesquieu era que el órgano legislativo, el Parlamento, acrecentara su poder en menoscabo de los otros, es decir, que sobreviniera una dictadura de los legisladores. Entre nosotros, especialmente hoy, el legislativo no presenta ninguna amenaza de este orden. Se encuentra debilitado, subyugado por el ejecutivo, el que se supone existe para ejecutar las disposiciones del legislativo. Además, las altas cortes también se han arrogado el poder de legislar. Nuestro ejecutivo considera que la Constitución no le conviene para sus propósitos y la quiere, la va, a cambiar a su acomodo.

 

Considera que si somete a la aprobación del Parlamento las leyes que necesita para llegar a un acuerdo de paz con las Farc hay la posibilidad de que no se las aprueben y para evitarlo, va a modificar la composición del legislativo, que el expresidente Pastrana calificó como “congreso eunuco”, creando una “comisión legislativa especial” o “congresito” (inicialmente con la inclusión de delegados de las Farc, de lo que desistió por la resistencia que generó). Esta Comisión legislativa especial será la que apruebe, mediante leyes, los acuerdos a que se llegue en La Habana en temas de tierras, narcotráfico, víctimas, fin del conflicto y justicia. Es decir, las Farc y unos cuantos delegados del Gobierno serán los que decidan sobre las instituciones colombianas y el “congresito”, dócilmente, aprobará todo,  ya que si no lo ratifica, serán “enemigos de la paz” sin derecho a “mermelada”.

 

De otro lado, el poder judicial colombiano será remplazado, a instancias del ejecutivo por una “jurisdicción especial para la paz” con, inclusive, jueces extranjeros. Pero las Cortes colombianas no se quedan atrás y también irrumpen en las atribuciones del legislativo. Le ordenan al Congreso que legisle sobre determinadas materias y si los representantes del pueblo no lo hacen rápido (¿Dónde dice que tienen que recibir órdenes en este sentido de los jueces?) entonces legislan bajo el pretexto de una tutela. Por ejemplo, la Constitución, que en su artículo 42, dice que el matrimonio se constituye entre un hombre y una mujer, ha sido derogada por los jueces que ahora decretaron que puede ser entre personas del mismo sexo; la eutanasia ha sido legalizada por decisión de los jueces, lo mismo que la adopción por parejas homosexuales. Pobre Montesquieu y pobre Colombia