Democracias vs. autocracias
Venezuela ha intimidado a Colombia, unas veces militarmente, recordemos el incidente del Golfo de Venezuela en 1987, cuando buques de guerra venezolanos hicieron retirar, bajo la amenaza de hundirla, a la fragata “Independiente” que, remplazó a la fragata Caldas en una travesía en aguas no delimitadas. Hoy día la intimidación es económica y política. Si nuestro Gobierno critica las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen socialista venezolano, la amenaza es suspenderle las importaciones, como ya lo hicieron antes, paralizar el pago de las acreencias y el envío de remesas de colombianos, igualmente es incrementar la ayuda a la guerrilla, que tiene a Venezuela como refugio, y torpedear las negociaciones con las Farc. Santos teme ambas amenazas, creo que en especial al fracaso de las negociaciones de Cuba antes de las elecciones presidenciales. Una vez pasadas esas elecciones ya Santos no tendrá afán de llegar a un acuerdo pues el argumento de que la paz solo se lograría con él en la Presidencia deja de tener vigencia y a Timochenko solo le quedaría como presión la intimidación venezolana de dar más apoyo a las Farc si no se llega a un acuerdo satisfactorio para estas.
El temor a criticar a los regímenes antidemocráticos y sus violaciones de los derechos humanos es común entre las democracias. España ha sido condescendiente con Cuba y Venezuela, países con alta inmigración peninsular. Les ha pasado por alto abusos contra intereses españoles. Gobiernos democráticos como los de Chile, México o Perú, se abstienen de protestar contra los atropellos, no solo de Venezuela, sino también de Bolivia, Ecuador o Nicaragua. Cuando Panamá quiso debatir los excesos del régimen de Maduro ante la OEA, Venezuela rompió relaciones diplomáticas sin que nadie protestara. Más aún, Venezuela cuenta con los votos de numerosos gobiernos en la ALBA (la controla) y ante la OEA, adhesiones compradas con ventas de petróleo subsidiadas (20 años, 2 de gracia y 1% interés anual), financiación de campañas presidenciales (Kirchner, Ortega), compra de bonos que los mercados rehúyen, todo esto ha llevado a Venezuela a la crisis económica que conocemos: altísima inflación, escasez de productos básicos, enorme devaluación. Los venezolanos sufren para que Cuba pueda sobrevivir, para que Ortega y Cristina Fernández se mantengan en el poder y para que los países favorecidos apoyen a Venezuela en los foros internacionales.
Las democracias no deben dejarse convertir en rehenes de las inversiones de sus nacionales en Estados autocráticos y desmentir el dicho comunista de que los capitalistas les venderían las sogas con las que estos serían ahorcados. El inversionista en Cuba o Venezuela está sujeto a que lo expropien el día menos pensado, es su riesgo y debe asumir las consecuencias. Su gobierno puede ayudar a defender sus intereses pero sin que su política exterior y sus principios se les subordinen.