¿Cuál Carta democrática?
La reciente reunión del Consejo Permanente de la OEA demostró, de un lado, la falta de compromiso de las verdaderas democracias latinoamericanas para con los principios que debían inspirarlas y de otro, la fuerza política y diplomática que puede adquirir un régimen autocrático de izquierda con dinero.
Estas grandes democracias, Colombia, México, Chile y Perú, evitan incomodar en cualquier forma al gobierno chavista. Los vociferantes insultos, de Chávez y ahora de Maduro, los intimidan y, en aras de la concordia, dicen, dejan que el autócrata se salga con la suya, sea con la violación de los derechos humanos, el sometimiento de los órganos del Estado (legislativo y jueces hacen lo que el régimen les diga), la destrucción del estado de derecho o la socialización (destrucción) de la economía reflejada en la escasez de productos de primera necesidad.
La intimidación cobró fuerza con la ruptura de relaciones de Venezuela con Panamá, por haber solicitado esta una reunión de los cancilleres de la OEA para tratar el tema venezolano. Quien ose cuestionar al gobierno chavista arriesga, quedamos notificados, que Caracas rompa relaciones y definitivamente no pague sus deudas. El Consejo Permanente de la OEA se reunió, pero no aprobó la reunión de cancilleres y emitió una declaración política titulada “Solidaridad y respaldo a la institucionalidad democrática, al diálogo y a la paz en la República Bolivariana de Venezuela,” declaración que, naturalmente, fue calificada inmediatamente por los gobernantes venezolanos como “una victoria de América Latina y el Caribe” y que elogiaron “esta decisión firme de la mayoría de América Latina y el Caribe a favor de la paz, del diálogo y la institucionalidad democrática en Venezuela”. La declaración no incluyó una propuesta peruana de que el Secretario General de la OEA recomendara al Consejo Permanente mecanismos para superar la situación venezolana, es decir, haciendo cada vez más notoria la esterilidad de esta institución. Colombia, con Chile, Perú y México, estuvo entre los 29 países que votaron a favor y en contra solo Panamá, los Estados Unidos y Canadá. No menciono a Brasil que, hasta ahora, practica la democracia en casa pero apoya al izquierdismo antidemocrático fuera de sus fronteras.
Llama la atención que uno de los argumentos para no confrontar a Venezuela es el evitar romper la armonía del subcontinente, cosa que ni a venezolanos, nicaragüenses, bolivianos o ecuatorianos parece importar mucho cuando pisotean las libertades. Una vez más quedó palpable que la Carta Democrática Interamericana, que establece que la alteración del orden democrático constituye “un obstáculo insuperable” para la participación de su gobierno en las diversas instancias de la OEA, es letra muerta.La actitud latinoamericana trae a la mente la fábula de la rana a la que le fueron subiendo la temperatura del agua hasta que, sin darse cuenta, terminó cocinada.