Salario mínimo y otras cosas
“Malas perspectivas para el nuevo año”
Tradicionalmente Colombia, como el resto de países latinoamericanos, ha tenido una inflación alta, obviamente no a los niveles de Venezuela hoy en día (más del 50% el año pasado) donde el gasto público se ha desbordado en busca de apoyo electoral para el gobierno socialista. En 1963 los precios al consumidor colombiano se incrementaron en 32,41% y de 1971 a 1998 nos acostumbramos a tasas superiores al 10 y al 20%. El recuerdo perdura y es así que cuando nos dicen que la inflación del 2013 fue del 1,94% no ajustamos el salario mínimo en la forma en que la sana teoría económica recomienda, es decir, inflación más productividad, sino que se aumenta en un 232% sobre el monto de la inflación. ¿Duda alguien la incidencia de razones políticas para este incremento?
La experiencia indica que las alzas del salario mínimo conllevan a una menor demanda por empleo formal, especialmente del menos calificado. Al ser más costosa la mano de obra y la incidencia de este aumento en los costos totales del empleo, los que incluyen parafiscales, los empleadores contratarán menos trabajadores formales, los que serán reemplazados por informales o compensados con una mayor productividad, lo que en un país con una tasa de desempleo que a duras penas ha bajado de dos dígitos no es lo más recomendable.
Naturalmente que los sindicatos, que agrupan una minoría de los trabajadores y no se interesan por los no sindicalizados estarán satisfechos pudiendo decir a sus afiliados que lograron un mínimo de estas dimensiones, y al público, que el gobierno fue mezquino en el aumento. Por esto el trabajo formal en ciertas actividades, como la pequeña empresa se reduce y está desapareciendo en otras como el servicio doméstico, y es por esto que la proporción de trabajadores informales se incrementa proporcionalmente frente al formal.
Otra consecuencia negativa de un aumento salarial desproporcionado en cuanto a la inflación es la disminución de competitividad de la producción nacional frente a los productos importados y en los mercados internacionales. Súmese a lo anterior la revaluación del peso que no alcanzó a compensarse en 2013. Colombia se arriesga a depender para su ingreso de divisas de las industrias extractivas, petróleo y minería. Las perspectivas del petróleo, basta ver la evolución del precio de la acción de Ecopetrol, no son las mejores con el aumento de la producción mediante la hidrofracturación (fracking) y el posible regreso de Irán al mercado mundial.
En cuanto a la minería tradicional, el interés de las multinacionales se ha visto disminuido por el activismo ecológico e indigenista. El agro no reacciona y es para el Gerente del Banco de la República, “motivo de preocupación.” En cuanto a la construcción de vivienda, hay el peligro de una burbuja. En resumen, las perspectivas no son las mejores para la economía colombiana en el 2014.