Pacientes abusados
Hace tiempos sabemos que los precios de las medicinas en Colombia están entre los más altos del mundo. Inclusive, la fundación Ifarma, citada por Juan Gossaín, sostiene que “Colombia ocupa el primer lugar mundial en precios de medicamentos, lo que está llevando a la quiebra del sistema de salud”. El descontento ha sido tal que el Gobierno dictó una circular el pasado mayo (número 2 de 2013) supuestamente para controlar estos abusos, la que, como la cascada de regulaciones al respecto que vienen desde los años sesenta, poco efecto tendrá. No ha existido voluntad oficial para meter en cintura a los laboratorios farmacéuticos. Hay mecanismos para evitar las arbitrariedades contra la salud y el patrimonio de los colombianos.
Tomemos ejemplo de lo que otros países hacen para prevenir y castigar estos atropellos. El más obvio es penalizar las prácticas comerciales desleales. Francia multó a Sanofi con US$ 53 millones porque sus vendedores diseminaron rumores sobre la calidad de los genéricos del Plavix. Es práctica común demeritar a los genéricos haciendo creer a médicos y pacientes que estos ponen en peligro la salud de los enfermos. ¿Entonces las clínicas y hospitales que suministran genéricos atentan contra la vida de los internos? La Comunidad Europea impuso recientemente una sanción de US$ 195 millones a varios laboratorios por pagar a fabricantes para que demoraran la introducción de un genérico al mercado. Un laboratorio, Lundbeck, fue penalizado por comprar inventarios de genéricos “con la sola finalidad de destruirlos.” GlaxoSmithKline, entre las más grandes casas farmacéuticas, acaba de ser acusada en China de sobornos para incentivar la compra de sus medicamentos y mantener precios artificialmente altos y cuatro de sus ejecutivos detenidos. Sesenta laboratorios están siendo investigados, también en China, por fijación de precios.
En los Estados Unidos hay en la actualidad una investigación, según la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, por sobornos pagados por farmacéuticas a empleados públicos extranjeros. Otro sistema utilizado por los grandes laboratorios es sobornar a clínicas e “incentivar” a médicos para que compren y receten sus medicamentos. En el caso de los facultativos, no son tan burdos como para pagarles un dinero para que receten sus fármacos, la modalidad es “estimularlos” con invitaciones a congresos, con gastos pagos, o pedirles dictar conferencias con buenos honorarios. La forma como identifican a los médicos que recetan sus medicamentos es concediendo rebajas apreciables a aquellos pacientes que se inscriben, con la receta del médico, para beneficiarse de las rebajas. Estas invitaciones, para evitar suspicacias, deberían, por ley o por las asociaciones médicas, prohibirse a los laboratorios y dejarse solo a las universidades e institutos especializados que no tienen interés en comercializar medicamentos. Adicionalmente y como en los Estados Unidos, las farmacias deberían, obligatoriamente, informar a los pacientes de la disponibilidad de genéricos. Medios hay, falta voluntad.