Subsidios y aranceles
“Todo el mundo quiere ayudas”
Se logró terminar otra huelga, la de los empleados de la Universidad Nacional, que duró casi un mes y produjo a la institución educativa pérdidas diarias de mil millones de pesos. El costo para terminarla fue $1.200.000 de bonificación, este año, para cada uno de los 2.300 trabajadores, es decir, dos mil setecientos sesenta millones de pesos; nombramiento de una comisión para estudiar un aumento a partir del próximo año y el compromiso, como en todos los arreglos de disputas laborales en Colombia, de no imponer sanciones a los huelguistas. (¿Podrá legalmente la Procuraduría, que abocó el tema, olvidarse del asunto?).
Este es solo el último ejemplo del clima social imperante y de la incapacidad para frenar las demandas de los diferentes grupos de presión. Los caficultores paralizaron las carreteras y obtuvieron un subsidio de $145.000 por carga de café que le cuesta al país la friolera de $800 mil millones en sólo 2013 y si el precio baja de $480.000 la carga, el Gobierno pondrá recursos adicionales. Y en enero “volverán a hablar” sobre nuevas ayudas.Los cacaoteros recibirán $400.000 por tonelada, $415.000 millones para programas de desarrollo y $9.000 millones para un “fondo”. Fabricantes de textiles y de zapatos recibieron protecciones arancelarias, que piden también los productores de acero. Todo el mundo quiere subsidios. Todo el mundo quiere que supriman las importaciones que les compiten. Por otro lado, se conceden cuantiosos subsidios para viviendas y para servicios públicos.
Los considerables recursos para financiar estos subsidios provienen del presupuesto nacional. Es decir, los colombianos pagamos por ellos y el dinero que debiera dedicarse a salud, educación, vías de comunicación y generación de energía, entre otros, va a mantener sectores ineficientes. Antes de esta racha de nuevos subsidios ya se estimaban las ayudas en $4,9 billones sobre un presupuesto nacional de $185,5 billones. Hoy, la meta de un déficit fiscal del gobierno nacional del 2,4% se fue al traste. Cualquier comparación con lo sucedido en los países del sur de Europa, no es coincidencia. Las perspectivas de Colombia son las de convertirse en una economía dependiente de las actividades extractivas: petróleo, carbón, níquel. Nuestra agricultura e industria manufacturera dejan de ser competitivas en un mercado globalizado y no es solo por la revaluación del peso, sino por mayor eficiencia de otros. El café perdió un 30% de su precio en 2012 con una revaluación del 10%, el algodón dejó de ser competitivo hace días y los textiles también, ni hablar de los lácteos.
Las principales causas de nuestra ineficiencia no son un misterio: desastrosas carreteras, una administración de justicia ineficiente, baja calidad de la educación, mercado laboral que alienta la informalidad, burocracia incompetente, subsidios que distorsionan la producción y dilapidan los recursos. Mientras estos problemas estructurales no se solucionen seguiremos desperdiciando capitales valiosos en subsidios y encareciendo el costo de vida de los colombianos.