Lionel Moreno Guerrero | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Febrero de 2013

Subsidio, proteccionismo y populismo

 

Con despliegue se anunció el decomiso de “800 imitaciones de sombreros vueltiaos”, Supuestamente son copias de los sombreros típicos costeños, fabricados, especialmente, en Córdoba. La razón dada por el gobierno para el decomiso es que su importación infringe las normas sobre propiedad industrial (en alguna publicación leí que violaba los derechos de autor (sic)) pues la correspondiente “denominación de origen tejeduría zenú” había sido registrada. Creo que la verdadera razón es electoral.

La denominación de origen es la indicación de procedencia geográfica de un producto por las especiales características que en ese lugar se le imprime y que, allí sostienen, es de mejor calidad. No significa esto que nadie pueda elaborar dicho producto, sino que no puede indicarse que procede del sitio protegido. Solo pueden mercadearse vinos espumosos con la indicación “champaña” los elaborados en esa región francesa, pero estupendos vinos espumosos se fabrican en muchos otros países, por ejemplo, el Proseco en Italia o los vinos de cava españoles. Hay sombreros de Aguadas y de Sandoná. Hamacas wayú y de San Jacinto. El excelente brandy español no puede denominarse Cognac, reservada a esta región. No pueden fabricarse cuchillos con la identificación Solingen fuera de este pueblo alemán, pero no significa que no pueda importarse en Alemania cuchillería checa.

Pero si lo que se quiere proteger es el diseño de los sombreros, su forma característica (por las fotos, los decomisados parecen bastante diferentes a los “vueltiaos”, no estamos hablando de “denominación de origen”, sino de “diseño industrial,” la misma protección que se da a las carteras de señora, los modelos de vehículos o las botellas de refrescos. Este es un registro diferente y podría obtenerse para los sombreros de marras. El quid es que esta protección dura solo 10 años. Resumiendo, no es válida la justificación jurídica para prohibir importar estos sombreros, parecidos en algo a los “vueltiaos”. Es proteccionismo, aunque en montos insignificantes, por motivos políticos que dan votos: el gobierno protege a los artesanos.

Se está regresando a épocas anteriores cuando, en detrimento de los consumidores y de la productividad se tasaba prohibitivamente las importaciones y se subsidiaba al productor nacional ineficiente. Acabamos de gravar la importación de leche en polvo y de imponer altos aranceles a los textiles. Prohibiciones similares piden los azucareros, floricultores y arroceros. Se subsidia el agua a ciertos estratos y se dan 100.000 casas gratis. Se destinan $500 mil millones para subsidiar la tasa de interés para hipotecas y más de $100.000 millones para los caficultores. A corto plazo esto puede conseguir apoyos electorales, pero ¿a qué precio?.

Recordemos lo que le sucede a Grecia y a Venezuela. Si no podemos competir por la tasa de cambio, hay medidas para corregirla. Si cuesta lo mismo enviar mercancías de Medellín a los puertos que de estos a la China, mejoremos las vías. No vayamos contra el progreso, aunque otros lo hagan.